Estrategia 3
Libertad:
¿Necesidad, deseo u obligación?
Blanca Estela
Figueroa Torres
La libertad
nació como un privilegio y así ha permanecido desde entonces.
Zigmunt Bauman
Empezamos con una rápida mirada a otros seres humanos.
Primer paso
Lee el siguiente texto:
Mai (es decir, agua en tigriña, el
idioma de la región etíope de Tigray) es una palabra con una densidad que no
posee en los países más desarrollados. El agua es vida, sí, pero también significa
tiempo, educación, menos enfermedades, mejores cosechas, mínima higiene
personal y mayor desahogo económico. Especialmente para las mujeres, niñas y
adolescentes, que en el medio rural etíope son las encargadas de ir a por
ella.
“A lo que más miedo tenía era a dar a luz camino del
estanque", cuenta Tesefehen Guirmai, una campesina de 40 años de la
comarca de Samre. "No me pasó con mis cuatro hijos, pero a muchas amigas,
sí". Desde hace años, esta mujer enjuta, de rostro surcado por arrugas
prematuras, ha pasado todos los días dos horas andando hasta el estanque de
Shentila; una hora guardando cola con una de sus hijas y un burro para cargar
80 litros de agua (20 cada una y 40 el burro), y dos horas más de viaje de
vuelta para poder asearse, cocinar, lavar la ropa y beber su familia y el
ganado. Repetía la operación dos veces al día, a las cinco de la madrugada y a
las dos de la tarde. Todo un día en ir a
por agua.
Parir de camino no es el único peligro. Incluso en estas
tierras áridas y montañosas, de lomas ralas y cauces polvorientos de
desaparecidos ríos y torrentes, las hienas siempre andan al acecho. Muchas
mujeres inician su periplo (viaje o recorrido) de madrugada, cuando las hienas
campan a sus anchas. Van en grupo, para protegerse. Pero los ataques son
inevitables. "Conozco a varias que han sido mordidas", señala
Tesefehen.
La vida de esta mujer y la de su familia han cambiado
radicalmente desde que la Rest (Sociedad de Ayuda de Tigray), una Organización
No Gubernamental (ONG) local, y la ONG española Intermón Oxfam han excavado
un pozo de agua potable a media hora de su casa. Pero, como Tesefehen hasta
entonces, más de diez millones de mujeres y niñas etíopes emplean entre cinco y
seis horas al día para proveerse de agua.
En el reparto de las tareas en la familia del medio
rural etíope, el hombre labra el campo y apacienta el ganado, y la mujer se
encarga de las tareas domésticas, como ir a por agua. Pero no se especifican
distancias. Y tener el agua a dos o a
diez kilómetros, como es habitual en muchas zonas del país, es
determinante. ¿Un ejemplo? Las dos hijas de Tesefehen: Dilai y Ametesin. Dilai
Haile, la menor, tiene 13 años. Es seria y desenvuelta. En medio de la frente
luce una cruz tatuada, signo de su fe ortodoxa. De mayor quiere ser médica.
Hace dos años estuvo a punto de dejar el colegio como muchas de sus
amigas. El horario era incompatible con
el agua.
Afortunadamente, hoy Dilai va al pozo con su madre por la
mañana, pero puede ir a clase, a veinte minutos, en la aldea vecina de
Netbarhadnet. "Me gustaría casarme a los 30, cuando haya terminado mis
estudios. Quiero mejorar los niveles higiénicos y sanitarios de mi
comunidad", dice. En cambio, para su hermana Ametesin, de 16 años, el nuevo pozo llegó demasiado tarde.
No terminó primaria. Hoy, casada, ayuda a su madre en las labores del hogar.
En Etiopía, las niñas van menos al colegio que los
niños. Y las que van, lo dejan antes. Séptimo país del mundo con mayores
diferencias entre hombres y mujeres, según la ONU: cerca del 60% de las niñas
en edad escolar no asiste a la escuela, por un 40% de varones. "En parte,
por la falta de concienciación paterna", dice el director de la escuela
de Netbarhadnet, Haftom Nesguena. "Si tienen que elegir qué hijo irá a la
escuela prefieren enviar a los varones. A ellas las destinan a las tareas domésticas
y las casan a los 16 años".
Así, la educación de las mujeres es deficiente, y sus
expectativas en el mercado de trabajo, limitadas. Muy pocas pueden trabajar
en empresas dedicadas a una cuestión que conocen mucho mejor que los hombres:
la gestión del agua. "La distancia a los puntos de abastecimiento agrava
el problema de la desigualdad de género", señala el responsable del Programa
de Agua de la ONG Intermón Oxfam en Etiopía, el economista Kaleab Getaneh.
"Tardan mucho en ir a por ella y cuentan con menos tiempo para formarse,
realizar otras actividades productivas y aspirar a un mayor estatus
económico".
Las caminatas subyacen como causa, incluso, de muchos
divorcios. "Los maridos llegan antes a casa de los campos de cultivo.
Algunos pasan mucho tiempo solos y se molestan cuando su mujer llega tarde.
Entonces surgen los problemas", refiere Getacho Haile, jefe del
departamento de desarrollo de recursos hídricos de Rest, una de las mayores ONG
del este de África.
Víctimas especialmente desesperanzadas del difícil
acceso al agua son los mendigos de agua: ancianos sin familia ni fuerzas que
peregrinan de choza en choza mendigando algo que beber.
Otra consecuencia son los conflictos entre aldeas.
"Hace 20 años existían muchos riachuelos, ríos y pozos, pero la sequía
los fue secando", relata Haile. “Ahora sólo hay agua en puntos concretos
que pertenecen a un pueblo determinado. La gente de las localidades vecinas,
sin agua, van a por ella y surgen las disputas. Los primeros argumentan que el
agua está en su territorio; los otros, que no por ello dejan de tener derecho a
ella. El litigio, que a veces llega a los tribunales, está servido".
Pero lo más desalentador de todo es que el agua, tan
trabajosamente acarreada por las mujeres, no es potable. Turbia, de un tono
marrón anaranjado, infestada de microorganismos y parásitos, a veces
maloliente..., esa misma agua
representa, paradójicamente, el mayor de los peligros.
En Etiopía, casi dos de cada tres habitantes (el 62% de
la población) no tiene acceso a agua potable, según el Ministerio de Recursos
Hídricos; es decir, 45 millones de personas beben agua sucia, que no resistiría
el estándar europeo menos exigente. La estadística incluye a las ciudades. En
el campo, el porcentaje es más alto. Hay comarcas en las que nadie bebe agua
potable.
En la de Samre, donde vive Tesefehen, muchas adolescentes
quieren ser médicas. Llama la atención, en un país con tres médicos por cada
100.000 habitantes, según Naciones Unidas. Y puede que, en parte, se deba al
referente de la directora de su ambulatorio (clínica) local, Yelam Tsergay.
Esta doctora de 28 años, siempre activa y sonriente, se enfrenta con pocos
medios, pero firme determinación, a una situación de partida descorazonadora.
La mayoría de la población que atiende sólo come una o dos veces al día. El
68% no tiene acceso a agua potable. La esperanza de vida es de 52 años para
los varones y de 54.9 para las mujeres.
El capítulo de la higiene personal no es mucho más
halagüeño. Sin apenas letrinas, lavabos, lavaderos ni costumbres higiénicas,
poca gente se lava las manos. La ropa se lava cada tres meses, como mucho. No
hierven el agua, ni la leche. Esta falta de higiene, en parte, la propicia la
escasez de agua. La Organización Mundial de la Salud recomienda un consumo de
agua por persona y día de 20 litros. En estas zonas es de cinco. "Ves a las familias lavarse, y luego, con
esa agua, hacer la comida", relata el responsable de Rest, Getacho
Haile. Así, los campesinos son víctima fácil de parásitos intestinales y
enfermedades de la piel, ambas debidas, generalmente, al agua en mal estado.
"Amibiasis, ascariasis, giardiasis y esquistosomiasis están entre las
enfermedades más frecuentes en nuestra comarca", recalca Tsergay.
"Los más afectados son los niños, por la inmadurez
de su sistema inmune. Luego, las mujeres, que van a por el agua, y los
mayores, explica. En Etiopía, 169 niños de cada 1 000 mueren antes de los cinco
años, y sólo el 38% de los que padecen diarrea, el síntoma más común en las enfermedades
por el agua, es tratado con rehidratación y alimentación continua.
Cinco horas de vida al día, de media, es lo que ganan las
mujeres con la proximidad de una fuente. Terminan antes las tareas domésticas,
cuidan más la higiene familiar, se ocupan mejor de sus hijos, asisten a las
asambleas locales -donde ejercen voz y voto- y ayudan a los hombres en los
campos. En Raya, una planicie rodeada de montañas bajas al sur de Tigray,
donde viven 430 000 personas y 360 000 cabezas de ganado, el 60% de la población
no tiene agua potable. Ni comida, en años de sequía, como 2003, cuando sobrevivieron
gracias a la ayuda exterior.
El tef, un
cereal local, es el cultivo más extendido. "La cosecha de tef es diferente si se planta por la
mañana o por la tarde", explica Asfá. "Si es por la mañana, la producción
aumenta. Lo mismo pasa con el sorgo y otros productos. Donde las mujeres y los
niños ayudan en el campo, la cosecha llega a ser hasta un 50% mayor".
Los Abraha son una familia de clase media, con nueve
hijos, de la aldea de Wár-geba, en Raya. Tienen cuatro bueyes y una vaca. Viven
del cultivo del tef, el sorgo y la
cebada. Habitualmente comen shiro, un
puré de legumbres especiado, sobre une torta de inyera, una especie de pan ácimo (sin levadura).
Sólo en las fiestas se dan el lujo de comer carne
"Si la cosecha es buena vendemos el exedente para comprar bueyes y vacas y
tener más leche", comenta el padre, Abraha Tarreken. "Si el agua no
estuviera a a dos horas de aquí, las cosechas serían mejores”.
Si buscamos las causas de esta escasez a la vez crónica
(que viene de tiempo atrás) y aguda (grave pero de corta duración), lo primero
que viene a la mente son las sequías
de los últimos 30 años. Especialmente las de 1972-1974 y 1984-1986. La primera
mató a más de 200 000 personas. Y apuntilló (remató) a un imperio de 3 000 años
de antigüedad.
En uno de los episodios más sonámbulos de su historia,
en el año 1974, la noche del 11 de septiembre (Nochevieja, según el
calendario etíope, que vive ahora en 1999), los militares insurgentes que
controlaban ya el país instaron al anciano emperador Haile Selassie,
solitario inquilino de su abandonado palacio, junto a su criado, a ver en
televisión el documental El hambre
oculta, del periodista británico Jonathan Dimbleby, sobre la sequía que
asolaba Tigray y Wollo. La cinta había dado la vuelta al mundo. En ella se alternaban imágenes de hombres
agonizantes por inanición con festines en palacio y el emperador dando de
comer jugosos pedazos de carne a sus perros. A la mañana siguiente, el León
de Judá (Haile Selassie) fue oficialmente destronado.
De la segunda gran sequía, la de 1984, aún resuenan, ligadas al
macroconcierto solidario Live Aid,
imágenes espeluznantes. Letehigot Hagos, campesina de Samre tenía entonces 20
años. Para sobrevivir tuvieron que talar los árboles y venderlos como leña. "Estas tierras secas eran bosques
de acacias", recuerda. La venta de leña, último recurso, no pudo, sin
embargo, impedir la tragedia. Más de un
míIlón de personas murieron entre 1984 y 1986. Cientos de miles, como
Letehigot, huyeron a Sudán. Lo hicieron de noche para eludir el mandato
gubernamental de trasladarlos al sur del país. “Muchos morían porque daban la
poca comida que tenían a sus hijos",
relata Wodesembat, un veterano de guerras contra comunistas y eritreos.
Pero para Aulacho Korei, funcionario del Ministerio de
Recursos Hídricos, ni siquiera estas sequías crónicas e intensas explican la
dificultad de la población para acceder a agua potable. "La cantidad de
aguas subterráneas y en superficie es suficiente para suministrar de agua
potable a toda Etiopía. Lo que pasa es que sólo se aprovecha el 2.5% de
ella", señala. Esas aguas en superficie incluyen el 86% del caudal del
Nilo, el río más largo del planeta. Etiopía tiene agua de sobra para abastecer
a toda su población. ¿Entonces? ¿Por qué no le llega? Sencillo. Porque no hay dinero.
Los gobernantes
tienen otras prioridades.
La primera, que sus habitantes coman tres veces al día, y no dos o una, como
es habitual. Con un 44% de su población sobreviviendo por debajo del umbral de
pobreza, Etiopía es el quinto país más pobre del mundo, por detrás sólo de
Níger, Burkina Faso, Malí y Chad, según el Informe sobre Desarrollo Humano
2005 de Naciones Unidas. La probabilidad de no llegar a los 40 años es del 40%.
La segunda prioridad es la guerra. Desde la caída del régimen de Selassie, en
1974, el país se ha trastabillado entre conflictos internos o con su vecino,
Eritrea.
De ambos mantienen los rescoldos (recelos o
resentimiento). Dentro: tras las elecciones de mayo de 2005, el presidente
Meles Zenawi, con tendencia a eternizarse en el cargo que ocupa desde 1991,
dio por ganados los comicios por su partido. La oposición no comparte el escrutinio.
La delegación de la Unión Europea que acudió como observadora, tampoco. Para la
parlamentaria que la encabezaba, Ana Gomes, los resultados fueron manipulados.
Los enfrentamientos entre opositores y la policía se han cobrado ya decenas de
vidas. Fuera: el presidente eritreo, Isaías Afewerki, que en diciembre de 2005
expulsó a los observadores de la ONU de la zona de seguridad entre ambos
países, profiere amenazas de invasión de la zona de Badme, al norte de Etiopía.
“En un país en desarrollo como éste, la tarta (pastel) nacional es muy pequeña", indica Getaneh. El representante de Intermón Oxfam incide en
la desigual distribución del agua. Donde se encuentra entre el 80% y el 90%
del agua vive el 30-40% de la población,
mientras casi el 60% de los etíopes reside donde sólo hay entre el 10% y el
20% de las reservas hídricas. "El problema podría solucionarse con
canalizaciones que las conduzcan de una zona a otra, pero no hay dinero",
añade Getaneh. "Es el círculo vicioso de la pobreza. Como el agua no es
potable, la población enferma de dolencias prevenibles. Su productividad es
baja; sus ingresos, míseros, y la comunidad no puede costear la instalación de
agua potable", explica.
Para Lluís Basteiro, consultor de Ingeniería Sin
Fronteras y experto analista en recursos hidrológicos etíopes, "la falta
de acceso se ha visto agravada por el nulo mantenimiento de los sistemas, su
precaria sostenibilidad y el bajo grado de organización de las
comunidades".
En los últimos años las mejoras han sido notables. En
2002, el Ministerio de Recursos Hídricos puso en marcha un plan de 15 años para ampliar la
cobertura de agua potable. Los
resultados no se han hecho esperar. En 2001-2002 sólo el 17 % de la
población tenía acceso a agua potable; actualmente es el 38% . Se ha duplicado
la cobertura. Este plan ha estimulado la
generosidad exterior de por sí pródiga con este país, cuya capital,
Addis Abeba, es conocida como la Bruselas africana por la concentración de
organizaciones foráneas que han plantado allí su tienda.
A escala nacional, uno de los Objetivos del Milenio
-plan para combatir la pobreza en el mundo aprobado en 2000 por Naciones
Unidas- es que el acceso al agua potable ascienda al 63% de la población para
2015. Y que su red de instalaciones de higiene, como letrina y lavaderos, cubra
al 59% de los etiopes. Largo trecho desde el 18% actual.
Entre las ONG españolas más activas en el sector está
Intermón Oxam. Su Banco de Agua, el proyecto más ambicioso de su historia de
construcción y gestión de infraestructuras hidrológicas, está financiado, entre
otras entidades, por la Generalitat de Cataluña, la Comunidad de Castilla-La
Mancha y la Comunidad de Madrid. "Queda mucho por hacer. Por ahora nos
estamos centrando en el objetivo marcado por Naciones Unidas para 2015",
dice Getaneh.
"Las cinco horas que he ganado al tener el agua más
cerca las empleo en dedicarme más a las tareas del hogar, como lavar la ropa, y
asistir a reuniones sobre higiene y sobre planificación familiar", cuenta
Tesefehen Guirmai, de la comarca de Samre (Tigray). "Si instalan un
surtidor de agua más cercano a nuestra casa podré enviar a mis hijos pequeños
al colegio y no tendrán que abandonar los estudios", dice Letehigot
Hagos, también de Samre.
Pozo a pozo, niña a niña escolarizada, doctora a
doctora, el círculo vicioso de la pobreza y la desigualdad empieza a invertir
su giro, tendido desde tiempos inmemoriales como un intimidatorio león
dormido al que no interesa desatar sobre las castigadas pero fértiles tierras
etíopes. Un círculo que habrá ralentizado (disminuido) sus vueltas cuando mai signifique, aun para la familia más
apartada, simple y livianamente agua.
Segundo paso
Dibuja un mapa de África e identifica el lugar dónde está
Etiopía.
Entérate de quién fue Haile Selassie:
Fue Emperador de Etiopía. Gobernó su país desde 1941
hasta 1974 tras ser derrocado por el ejército. Murió en 1975.
|
¿Por qué en Etiopía tienen que acarrear agua desde lejos?
¿Cómo es el agua en Etiopía?
¿Por qué el asunto del agua es importante para las
mujeres, niñas y adolescentes?
¿Por qué el agua, en Etiopía, significa educación?
Llena los espacios:
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Dilai y
Ametesin Haile
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Yo
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Género
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femenino
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Edades
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País
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Etiopía
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¿Qué comen?
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¿Cuál es su actividad más importante?
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¿Cada cuándo se bañan?
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¿Cada cuánto tiempo lavan la ropa?
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¿Cómo se transportan?
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Tercer paso
Responde:
¿Por qué tú puedes ir a la escuela y no tienes que
acarrear agua desde lejos?
¿Crees que tú estás en mejores o peores condiciones que
Dilai y Ametesin?
¿Por qué?
Al comparar las respuestas que pusiste en el cuadro
puedes extraer algunas conclusiones:
Si tú no tienes que ocuparte de acarrear agua todos los
días entonces:
Si tú cuentas con agua potable en tu propia cocina y tu
propio baño entonces:
Los pobladores de Etiopía se distinguen de los de México
porque:
Los pobladores de Etiopía se parecen a los de México
porque:
Los pobladores de Etiopía son más pobres que los de
México porque:
Si tú tienes resuelto el abastecimiento de agua es
porque:
¿Conoces a alguien que no tenga resuelto su
abastecimiento de agua?
_________
¿Crees que está bien que el abastecimimiento del agua
esté resuelto y que en consecuencia
puedas ocuparte de otras cosas?
_________
¿Quién resolvió el
problema del agua?
_________
¿Tener el problema del agua resuelto se puede relacionar
con tu libertad?
________
¿Por qué?
Última noticia (Fragmento)
El 64,5% de las
niñas en Mali, el 76% en Níger y alrededor del 50% en Etiopía y Camerún son
forzadas a casarse antes de cumplir los 18 años. En algunos lugares de Nigeria,
los padres casan a sus hijas al cumplir los 11 años. El matrimonio forzado, generalmente
con hombres mucho mayores que ellas, condena a las niñas a maternidades
sucesivas con alto riesgo de mortalidad, tanto para ellas como para sus hijos.
Millones de niñas
africanas no irán nunca a la escuela. Al
privarlas del acceso a la educación no sólo se está cercenando su futuro sino
que se limitan las posibilidades de desarrollo de toda la comunidad.
Sabemos que la formación de las mujeres constituye la estrategia más efectiva
para romper el ciclo de la pobreza, la dependencia y la enfermedad. Cuando
las niñas han recibido, siquiera educación primaria tienen familias menos
numerosas y más sanas y contribuyen a mejorar notablemente las condíciones de
vida y de desarrollo de sus sociedades.
“No hay mejor estrategia
de desarrollo que la que asocia a las mujeres como actores principales.
Produce beneficios inmediatos en la nutrición, la salud, el ahorro y la
inversión a nivel familiar, de la comunidad y, en última instancia, del país.
En otras palabras, educar a las niñas es una política de desarrollo social que
funciona". (Kofi Annan).
Las autoridades
europeas, y algunos Gobiernos de los países miembros, singularmente Suecia y
España, han reconocido la importancia de abordar muchos de los problemas que
asolan a la población africana desde un enfoque de género como la herramienta
más eficaz para el avance del continente.
Las organizaciones
no gubernamentales africanas están lanzando un mensaje que debemos recoger:
es urgente dedicar recursos específicos dirigidos a las niñas en los
programas de infancia. Es necesario, sobre todo, abordar el problema de la
violencia contra las mujeres desde las edades más tempranas.
Situemos a las
niñas en el centro de nuestra preocupación y en el corazón de los proyectos.
En los planes, de desarrollo que elaboran los distintos países, las ni ñas
deben aparecer como grupo de atención fundamental y prioritario. La violencia
generalizada contra las niñas africanas es el exponente más brutal de la discriminación
de que son objeto. El futuro del continente depende, en gran medida, de la liberación de sus mujeres.
¿Quién es Kofi Annan?
Qué significa la liberación de las mujeres en el contexto
africano.
¿Hay relación entre libertad y liberación?
Cuarto paso
Ahora vamos a buscar
distintas ideas de libertad, vamos a problematizar y a analizar la
libertad.
Pero antes vamos a
leer este diálogo que viene a cuento para
aclarar algunas cosas:
La
filosofía explicada a mi hija (Fragmento)
Tal vez convenga
añadir que la filosofía pretende saber si tenemos verdaderas ideas (no
fantasmas de ideas o ilusiones) y si estas ideas son verdaderas.
- Pero ¿qué diferencia hay entre «verdadera idea» e
«idea verdadera»? No estoy segura de verla claramente.
- Una verdadera
idea es la que puede ser explicada, la que resiste y se muestra firme al
examen de la reflexión.
- Pero si esta idea resiste, ¡debe ser verdadera!
- ¡Muy bien!, acabas de encontrar un punto muy
importante. Para muchos filósofos no existe diferencia entre ambas: una
verdadera idea es una idea verdadera. Si está bien construida corresponde a una
realidad. ¡Has dado en el clavo! Pero, sobre esta cuestión, quedan todavía
bastantes cosas por resolver.
No hemos indagado aún qué significa que una idea esté
«bien construida» o sea «coherente». Tampoco sabemos cómo «verificar» las
ideas ni cómo examinarlas para saber si son verdaderas o falsas. Para saberlo,
debemos analizar de qué nos servimos
para encontrar o transmitir ideas. ¿Tú qué dirías?
- Nos servimos de libros, periódicos, conversaciones.
También del teléfono y del ordenador (computadora).
- En todos estos casos, ¿cuál es el punto común?
Reflexiona, lo tienes justamente ahí, delante de tus narices...
- ¿Palabras?
- ¡Pues claro! Palabras, siempre palabras. Accedemos a
las ideas mediante las palabras y sus combinaciones. Por esta razón, los
filósofos prestan mucha atención a la forma en que se expresan. El papel del
lenguaje es central, y esto es lo que deseo señalar aquí. Es algo que los
filósofos del pasado ya sabían, pero en nuestra época esta cuestión representa
un punto esencial de la filosofía.
Retrocedamos un poco. La filosofía no se constituye de gestos o de actos físicos, sino de
palabras, frases y libros. Se trata, pues, de una actividad vinculada a
los discursos, a las sucesiones de palabras organizadas.
Existen otras disciplinas que también se asocian a los
discursos y las palabras, como por ejemplo la literatura y la poesía.
Asimismo, la historia y la geografía. Lo que debemos precisar ahora es qué
distingue a la filosofía de esas otras actividades vinculadas al lenguaje.
¿Cuál es su estilo, su manera propia, su forma de ser?
Para responder,
recordemos las palabras de Esopo, un autor de fábulas de la Antigüedad: «La
lengua es la mejor y la peor de las cosas».
- ¿Por qué?
- ¡Descúbrelo tú
misma!
- ¡Porque la
lengua puede hacer el bien o el mal!
- Sí, continúa...
Profundiza en esta idea de doble cara: el bien y el mal, ¿y luego?
- ¿Lo verdadero y
lo falso?
- Exacto. Las
palabras pueden guiar o desviar, informar o engañar, pueden mentir o revelar
la verdad. El lenguaje es como una herramienta de doble filo.
La filosofía, que
busca las ideas verdaderas por medio de las palabras, se encuentra en una
curiosa situación. ¿Ves cuál?
- ¿Se sirve de las
palabras, pero a la vez desconfía de ellas?
- Así es. La
filosofía se bate contra las palabras... con las palabras. Éstas son al mismo
tiempo los únicos instrumentos de los que disponemos para avanzar en la
búsqueda de las ideas verdaderas y la fuente de multitud de ideas falsas.
- ¿ Qué ideas
falsas proceden de las palabras?
- Toda clase de
ilusiones y problemas que los filósofos intentan descubrir y evitar. Veamos
algunos ejemplos que, sin duda, te parecerán algo curiosos, pero te pido un poco más de paciencia.
Como te decía, los
filósofos no se interesan por las palabras de la misma manera que los poetas o
los novelistas. No pretenden construir sentencias bellas, conmovedoras o
evocadoras, sino frases que expresen las ideas con exactitud. La condición es
que dichas frases sean conformes al orden del lenguaje, a su estructura, lo que
se denomina también sintaxis. Sin este requisito es imposible decir nada.
Imagina, por ejemplo, que te digo: «Verde y o pues».
- ¿Cómo?
- «Verde y o
pues.»
- ¡Esto no
significa nada!
- No,
efectivamente, no significa nada. Son cuatro palabras que conoces, pero la
forma en que se han reunido aquí no produce ningún sentido. Primera condición:
para tener una idea que se ha de examinar hay que disponer de una frase
correctamente construida.
Pero esto no
basta. Si te digo: «El círculo es cuadrado», nos encontramos ante una frase
bien construida (sujeto, verbo y predicado) pero absurda e incluso impensable.
No contiene ninguna idea. Puedes tratar de pensar en un círculo cuadrado, pero
nunca lo lograrás. O bien es realmente un círculo, y es imposible que sea al
mismo tiempo cuadrado, o bien es un cuadrado y no puede ser a la vez un
círculo.
- Dime, ¿estamos
hablando de filosofía o jugamos a las adivinanzas?
- Un poco de paciencia..., ya que esto es
muy importante. Si se busca la verdad en las ideas, hay que pasar por unas
frases que, como todas las demás, están hechas de palabras. La verdad no es una
diosa, ni una región del mundo misteriosa e inaccesible. Es simplemente una
propiedad de las frases: algunas son verdaderas y otras falsas. Debemos
observar cómo están construidas y ver si tienen o no tienen sentido.
Un primer paso
puede ser dejar de lado las expresiones del tipo «círculo cuadrado», ya que no
corresponden a ninguna idea. Son contradicciones y se pueden abandonar porque
no hay modo de pensar en ellas. Podemos pensar, en cambio, en infinidad de
cosas que no contienen contradicciones, aunque no existan en la realidad. Por
ejemplo, podemos pensar en una montaña de oro o un caballo alado, ya que son
cosas posibles «en idea», aunque no sean reales. No sucede lo mismo con el
círculo cuadrado. Hay otro caso, que podríamos llamar los «pelos de tortuga».
- ¿Pelos de
tortuga?
- Sí, se trata de
una vieja fábula de los filósofos budistas antiguos. Imaginan que se busca la
respuesta a esta pregunta: «¿Los pelos de tortuga son duros o blandos?». En
realidad, no hay respuesta ni verdadera ni falsa. Sencillamente porque las
tortugas no tienen pelos...
Aunque las cosas
son aquí distintas: puedo pensar en pelos de tortuga (o en una montaña de oro),
sin que esta idea tenga correspondencia en la realidad.
Antes de saber si
una idea es verdadera o falsa hay que dar por lo menos tres pasos: 1) verificar
que la frase que expresa esta idea no es un galimatías (del tipo «verde y o
pues»), que no nos transmite nada que pensar; 2) comprobar si la frase contiene
una contradicción (del tipo «círculo cuadrado»), que es una idea que no se
puede pensar; y 3) ver si la frase se refiere a algo realmente existente, y no
a una cosa posible (del tipo «pelos de tortuga») pero no real.
Verás que si reflexionas con calma no es tan complicado. Por
otra parte, no es grave si no captas todas las consecuencias de lo que se acaba
de decir. Lo importante es comprender que la actividad de la filosofía, en su
búsqueda de las ideas verdaderas, pasa necesariamente por un trabajo sobre las
palabras, el lenguaje y la lógica, esto es, sobre la forma en que se organizan
las palabras y las ideas entre ellas. Los griegos lo vieron desde la
Antigüedad. ¿Sabes de dónde procede el término «lógica»?
- No, no lo sé.
- Directamente del
griego logikos, adjetivo formado a
partir del nombre logos, un término
muy curioso. Recuerda sophos (el sophos de filósofo), que quiere decir
instruido y sabio a la vez. Pues bien, logos
significa al mismo tiempo «la palabra» (el lenguaje), «la razón» (la capacidad
de reflexionar, de construir demostraciones y deducciones) y finalmente, ¡«el
cálculo»! Cuando se define al hombre como un animal logikos, en griego quiere decir siempre animal «hablante» y
«dotado de razón».
Ésta es una
indicación importante para lo que tratamos. Hablar y pensar son dos actividades
profundamente entrelazadas. Los vínculos entre las ideas, sus conexiones y la
existencia misma de las ideas están en relación directa con el lenguaje
humano. En resumidas cuentas, ser capaz de razonar es lo mismo que ser capaz de
manejar los signos de un lenguaje. Por otra parte, te darás cuenta de que las
palabras designan las ideas, y no las cosas...
- No estoy nada de
acuerdo. Sí digo «hace un momento he puesto flores en el jarrón y ahora estoy
sentada en el sofá», ¡no se trata sólo de nombres de cosas... ! Todo esto es
concreto, ¡las flores no son ideas! ¡Ni el jarrón, ni el sofá!
- Pues me habré
equivocado. En tu opinión, las palabras no designan las ideas, sino objetos
verdaderos o personas verdaderas...
- Sí, exactamente.
- Lo siento, pero
esto es una ilusión. He aquí un buen
ejemplo de un pensamiento que se cree verdadero y que en realidad no lo es.
- ¿Cómo? ¡Pero es
verdad! Hablo de las flores y del sofá, no de una idea.
- Si dices la
palabra «flor» a una persona, ¿en qué pensará esa persona?
-En una flor,
naturalmente...
- ¿Pensará en una
flor concreta?, ¿en las que están aquí, ahora, y que tú has puesto hace un
momento en el jarrón?
- No, seguro que
no. ¡Otra pregunta rara!
- Añado una nueva
pregunta extraña: ¿sucede lo mismo con el término «sofá» y nuestro sofá? Si le
dices esta palabra a alguien, estarás de acuerdo en que no será este sofá en
el que tú estás sentada el que esa persona tendrá en la mente.
- No, claro... ¿Y dónde
vamos con todo esto?
- Hacia un
resultado que no te gustará demasiado... La palabra «flor» no lleva a pensar
necesariamente en estas flores que tenemos aquí delante. ¿En qué hace pensar,
pues?
- En una flor
cualquiera...
- Exacto. Y una
flor cualquiera, ¿no será, por casualidad, la idea de flor?
- ¡Ya no entiendo
nada!
- Volvamos atrás.
Yo afirmaba que las palabras designan
siempre ideas y tú has rechazado esta afirmación diciendo que palabras como
«flores», «jarrón» y «sofá» nombran las verdaderas cosas que están aquí. Por
esto he insistido:
¿alguien que oiga
la palabra «flor» piensa en estas
flores de aquí? Y has estado de acuerdo en que no. Entonces, ¿en qué
piensa? En la flor «en general». Al pronunciar «flor» no se dice si es una
rosa, una margarita, un crisantemo o una nochebuena. Pues bien, esta flor «en
general» me temo que es pura y simplemente... ¡la idea de flor! ¡Y nada más!
Es aquello que todas tienen en común. No es ninguna flor en particular, ni en
realidad. Y todos los nombres comunes son similares, remiten a las ideas, necesariamente generales, no a las cosas.
Esto es válido para todos los nombres comunes y para todas las lenguas. Y, por
lo tanto, también lo es para... ¡el sofá, por ejemplo!
- Pero, entonces,
¿dónde estoy sentada?
- En el sofá,
naturalmente...
- ¿Y esto es una
idea?
- No, ¡es una
cosa! Nadie se ha sentado jamás sobre una idea, supongo que estarás de acuerdo.
- Entonces, cuando
hablo de sofá, ¿hablo de una cosa o de una idea?
- ¡De ambas! Y
precisamente de ahí derivan nuestras dificultades. Cuando hablas del sofá,
hablas de la idea de una cosa (la idea en general de este tipo de mueble) y tú
estás sentada sobre uno de los ejemplares de esta cosa. Habría que decir
también que no hay que confundir el sofá y «el sofá».
- ¡Ay!... ¿dónde
llegaremos?
- A una aclaración, espero. Llamamos «el sofá», entre comillas, a
la idea general de este mueble. Nadie se ha sentado nunca sobre «el sofá», al
igual que nadie ha cortado u olido «la flor». Pero cuando dices «Estoy sentada
en el sofá», te sirves de la idea general para hablar de este sofá, el nuestro,
en este salón. Se trata de una cosa concreta, no de una idea. De hecho, dices
«el» sofá utilizando el artículo como un demostrativo. Estás sentada en éste
sofá, en el sofá (que está aquí, que es el nuestro), no en «el sofá» en
general.
- Empiezo a
entenderlo, es una cosa bien rara la filosofía... ¿Y esto funciona así para
todas las palabras?
- En todo caso
para todos los nombres comunes. Si oyes la palabra «mujer» la comprendes. No
designa a nadie en particular y nunca encontrarás en la calle, ni en ninguna
otra parte, a la «mujer» en general, como tampoco al «hombre» o el «número
dos»...
- Sin embargo,
muchas cosas van de dos en dos, como los zapatos, los calcetines, los guantes,
los esquís...
- Pero nunca
encontrarás en tu armario, ni en las pistas de esquí, ¡«el dos»! «El dos» sólo
existe en nuestra mente, y la palabra (deux
en francés, two en inglés, zwei en alemán, «dos» en español,
etcétera) designa esta idea. Como puedes comprobar, la idea de «dos» es clara y
simple. La pensamos sin dificultad y no la confundimos con otras ideas (el uno
o el tres, por ejemplo). Es, pues, clara
y precisa, y sin embargo... ¡es abstracta!
- ¡No es esto a lo
que yo llamo abstracto!
- Ya lo sé. Me
imagino que, como casi todo el mundo, llamas «abstracto» a un discurso difícil
de comprender, en el que no se ve claramente de qué trata. Una cosa abstracta
es algo vago y confuso, algo que inquieta...
- Pues sí. . .
- ¡Pues no!, no es una buena definición. Es
abstracta una realidad que sólo se puede pensar. «Dos», el número dos, es una
realidad de este tipo, una realidad que no se puede tocar, ni ver, ni
saborear... Es concreta, en cambio, una realidad que se puede ver, tocar,
manipular..., en resumen, una realidad material. Todo lo que se piensa es
abstracto y todo lo que se percibe por medio de los cinco sentidos es
concreto.
- Vaya, tengo un
problema. ¿Dices que si pasa por uno de los cinco sentidos es concreto?
- Sí, en líneas
generales, sí.
- Pero las
palabras las oigo, o las veo escritas. Entonces, ¿cómo puedes decir que
designan ideas abstractas?
- ¡Muy bien! ...
Buena pregunta. Mira, por ejemplo, la señal que significa «dirección prohibida».
Sabes que dicha señal es un círculo rojo con una franja blanca horizontal en el
centro. El círculo es de chapa (lámina) y pintura. Pues bien, puedes mirarlo de
todas las maneras y desde todos los ángulos y no encontrarás ni en la chapa ni
en la pintura la idea «prohibido circular en este sentido en esta calle». Esta idea está en la cabeza, no en la
chapa. Se han conectado un dibujo y una idea: el dibujo, concreto, remite a la idea, abstracta. Cabe señalar que
un signo tiene siempre dos caras, una concreta y otra abstracta. Por un lado es
una cosa y por el otro una idea.
Con las palabras
sucede exactamente lo mismo. Oímos sonidos o vemos letras, y estos elementos
físicos remiten a las ideas que les han sido asociadas. Lo que oímos es el
sonido «dos» («tu», «tzwai»), y esto no es... ¡la idea de dos! ¿De acuerdo?
- ¡De acuerdo!
Pero me gustaría que me explicaras qué importancia puede tener todo esto. No
veo bien para qué sirve.
- Entiendo. Debes
estar diciéndote más o menos: «Debíamos tratar de la felicidad, la justicia y
la verdad, y terminamos hilando muy fino sobre las palabras y las cosas, sobre
el modo de construir frases y otras muchas complicaciones que no se sabe
demasiado de dónde vienen ni adónde van», ¿Me equivoco?
- No, es verdad,
hay algo de eso...
- Y es normal.
Conviene, pues, colocar en su sitio todo lo dicho, a fin de aclarar las cosas.
Recuerda que hemos partido de la siguiente constatación: para buscar una verdad hay que servirse de las frases.
- Sí, pero ¿qué
relación tiene esto con nuestro recorrido?
- Bien, este
recorrido nos ha mostrado que la filosofía pasa por las palabras y por ciertas
formas de interrogarlas. Pero la mayoría de las veces hablamos sin plantearnos
cuestiones, casi sin reflexionar. Los filósofos, en cambio, sí prestan atención
a lo que dicen: dicen pensando lo que todo el mundo dice sin pensar.
Porque la
filosofía es también una forma de reflexión sobre el lenguaje y sobre sus
mecanismos, sus poderes y sus límites. Buscar verdades y desechar ilusiones,
esto se hace con palabras, por medio de palabras y en las palabras. Por ello
era necesario indagar cómo se construyen las frases y cómo éstas se relacionan
con las cosas.
Por ello, también,
cabía preguntarse de qué modo se vinculan las ideas a las palabras.
De acuerdo, resulta
curioso. ¿Estamos haciendo gramática y lógica en lugar de filosofía? No,
porque nos damos cuenta muy pronto de que esto es indispensable. Para seleccionar entre las verdaderas ideas
y las ilusiones nos servimos de las palabras y de las frases. Por lo tanto, hay
que saber cómo funcionan estos instrumentos, qué se puede esperar de ellos y
cuáles son las trampas que es preciso evitar.
Quinto paso
Ahora sí, para problematizar “la libertad”, continúa con
la enumeración de los sentidos de libertad o los modos de ser libre que te son
más familiares o con los que te identificas y explícalos:
Ejemplo:
- El preso quiere ser libre
porque al estar en una celda sus movimientos y posibilidades de actuar
están limitadas.
Continúa:
- El
esclavo quiere ser libre porque
- Yo
quiero ser libre y autosuficiente porque
- Yo
quiero ser libre como el viento o como rolling
stone porque
- La
libertad de expresión es
- Quiero
ser libre y sin compromisos porque
- Soy
libre porque
- Hay
que tener libertad pero no libertinaje porque
- La
libertad política es
-
-
-
Selecciona de la lista anterior algunos sentidos de
libertad con los cuáles te identifiques
o que se refieran a tí mismo y explícalos:
-
Si tienes una buena
idea de libertad escríbela aquí:
Ahora escribe las razones por las que es una buena idea:
Sexto paso
Para poner a prueba lo que pensamos vamos a confrontarlo
con la siguiente lectura.
Todos los seres del universo que conocemos pueden verse
accidentalmente doblegados por causas indomeñables que no dependen de ellos y
los seres humanos comparten este común destino. En innumerables ocasiones
todos, de la rosa a la estrella pasando por el pirata, tenemos que ser en
efecto meros pacientes (personas que padecen) de lo que ocurre. Frente a las
inmensas e infinitas fuerzas que operan tumultuosamente en la realidad, el
vigor que nos corresponde a veces apenas cuenta...
Ejemplifica cómo eres o has sido paciente:
Lo propio de los humanos, en cambio, es de vez en cuando
ser agentes de acontecimientos, dar origen voluntario a lo que no ocurriría si
no hubiésemos querido que sucediese. Es decir, ser sujetos protagonistas de
actos intencionados.
Ejemplifica:
«la intención introduce un cambio cualitativo en la
esfera de lo real ocupada por el hombre» (¿A quién pertenece lo ocurrido?). La
novedad antropológica que nos define como especie no especializada es el obrar
no meramente instintivo o reflejo sino intencional, es decir, la capacidad de
acción: la práctica.
Sin intención no hay acción. «La condición necesaria para
que tenga sentido considerar algo como una acción es la posibilidad de
proponérselo o de tener intención de hacerlo» Y ¿cómo puede establecerse a
posteriori que un acto ha sido intencionado? Cuando su agente es capaz de
responder más o menos satisfactoriamente a las preguntas de «para qué» y «por
qué» lo ha hecho.
¿Tener motivos, objetivos, proyectos fines?
|
En la respuesta a estas básicas cuestiones los filósofos
de la acción, desde el ínclito (ilustre) Aristóteles hasta los a veces
fastidiosos filósofos analíticos anglosajones (ingleses), se enredan en una
compleja urdimbre (red) de causas, motivos, propósitos, intenciones, etcétera.
Sin menospreciar estas disquisiciones sutiles y frecuentemente enriquecedoras,
optaremos aquí por una fórmula nada original pero estética (amigable) y creo
que suficientemente clara. Consideremos algunas series de acciones habituales,
como correr hacia el autobús y subirse a él, pelar una manzana y morderla o
apretar el gatillo de un revolver apuntando a un semejante. En todos los casos,
la pregunta «¿para qué?» se refiere propiamente a la intención del sujeto
agente, es decir, a lo que se propone o pretende hacer.
A mi juicio, en cierto sentido es -sin duda nuestro deseo -entendido de forma
amplia y algo vaga- lo que motiva nuestras acciones: actuamos para cumplir el
plan de vida que queremos. Pero también resulta indudable que nuestro querer está en gran medida determinado por el
conocimiento racional de lo que somos y de lo que es la realidad en que
vivimos. Nuestros conocimientos y creencias
deciden lo que nos parece conveniente desear y sabemos que no todo lo
que en primera instancia puede apetecernos resulta compatible con lo que somos
y cómo somos (podemos desear lo imposible pero no decidimos nada a su respecto,
o mejor: decidimos que es imposible y basta). De modo que ciertas razones
orientan los deseos tanto, al menos, como ciertos deseos acicatean nuestra
razón para buscar el modo de realizarlos. De
acuerdo con la diversa dosificación en ellos de razón y deseo, podemos
intentar una taxonomía (sistematización) que agrupe en cinco grandes rúbricas (grupos) nuestros motivos de acción, es decir, las respuestas a la pregunta «¿por
qué?»:
a) Necesidades.
Son necesarias en el sentido más básico del término aquellas demandas físicas
cuyo incumplimiento pone en peligro la vida del sujeto: comer, beber, evitar
temperaturas extremas y ciertas agresiones corporales, etcétera. También son
necesidades, aunque sea en un sentido más secundario, las urgencias sociales
cuya desatención nos expone a la insatisfacción de las necesidades básicas
antes mencionadas o lesiona gravemente nuestra autoestima como miembros de una
comunidad: por ejemplo, luchar contra la miseria extrema, contra la exclusión
(segregación) racial, sexual o ideológica, contra la privación de derechos
políticos o garantías de protección social, etcétera. Seguramente existen
también necesidades afectivas (especialmente en la infancia, que en los seres
humanos dura casi toda la vida) cuya mutilación implica trastornos incurables
en nuestra integridad personal. La mayoría de nuestros deseos provienen de
nuestras necesidades... aunque no deseamos ni elegimos lo que nos es necesario.
Por su parte, la razón reflexiona sobre lo que somos a partir de lo que
necesitamos. Lo característico de las necesidades es su carácter negativo: son
carencias a remediar, cuya privación se nos hace insoportable pero cuya
satisfacción -cuando es habitual o fácil- apenas celebramos como una gran
conquista.
b) Deleites. En
gran medida, provienen de refinamientos culturales y enriquecimientos
simbólicos en la satisfacción de nuestras necesidades. No son la necesidad
convertida en virtud, sino en lujo.
Más allá de remediar carencias y paliar formas de invalidez, aspiran a la
jocundidad (alegría) del derroche. Gastronomía, erotismo y confort en lo
tocante a las urgencias físicas, cosmética y estilización estética que decora
lo imprescindible y valora lo bello además de lo útil, reconocimiento de
méritos y honores en el terreno de nuestra representación social. Elevan
aspectos de lo irremediable a la suntuosidad del capricho... Para los humanos,
las gratificaciones imaginarias son casi inseparables de los condicionamientos
biológicos y a veces se imponen a ellos: no creo que haya animales capaces de
morir de anorexia o de ambición despechada... La auténtica humanidad no
comienza cuando los antropoides son capaces de fabricar un puchero de barro,
sino cuando lo decoran con una cenefa geométrica que en nada mejora su utilidad
pero realza su prestancia o cuando se adornan la frente con una diadema de
flores.
c) Compromisos.
Aquí podemos incluir todas las obligaciones racionales impuestas por nuestra
reciprocidad de seres simbólicos, es decir (en expresión de Nietzsche) «capaces
de prometer». En este apartado deben figurar los más propiamente racionales
de nuestros motivos, aquellos menos
ligados a deseos en el sentido estrecho e inmediato del término. Es mucho más
la razón (la comprensión de nuestro ser social) lo que nos inclina a devolver
los préstamos o a ayudar al semejante en peligro que el arrebato del deseo. Lo
mismo vale para cumplir o reformar las leyes y para atender honradamente
nuestros deberes familiares o laborales. Quizá la mayor parte de nuestros
gestos cotidianos vienen motivados por nuestro compromiso con las demás y por
nuestra capacidad de ponernos en su lugar y comprender sus intereses (la
palabra interés o inter-esse se refiere a esa ligazón que nos ata a los
otros... y a veces nos enfrenta a ellos). Sin duda también la perversión de los
compromisos, para utilizar la fuerza de las ventajas sociales en beneficio
injusto nuestro, es una importante dinámica de motivación humana. La reflexión
ética -y, en buena parte, política- se ocupa de esta cuestión, como tendremos
ocasión de considerar más adelante.
d) Proyectos.
Si en el apartado anterior incluimos las vinculaciones tradicionalmente
adquiridas con nuestros semejantes, aquí nos referimos a la capacidad de
innovar y transformar que también mueve las acciones humanas, desde los
inventos y mejoras técnicas hasta las nuevas propuestas de interpretación de la
realidad o de reforma de la convencia, pasando por los modestos propósitos que
elaboramos para nuestras vacaciones o nuestras ocupaciones laborales. Todos los
hombres somos «hombres de empresa» y cada uno en la medida de nuestras fuerzas
vivimos comprometidos con planes de futuro, que siempre encierran alguna mínima
o ambiciosa modificación de la realidad que nos hemos encontrado y en la que
nos encontramos. Ser conscientes del
tiempo (ya dijimos que tal es el requisito de nuestra condición
esencialmente práctica, activa)
implica entender el porvenir al menos en parte como diseño propio, no sólo como
repetición o como fatalidad. Lo cual es tan válido como motivación para el
científico como para el revolucionario...
e) Experimentos.
En este último grupo pretendo agrupar una serie de acciones humanas muy
importantes aunque quizá no de las más frecuentes, las cuales pocas veces
reciben atención específica por parte de los sutiles pero casi invariablemente
pedestres (vulgares, incultos) analistas de estas cuestiones. Me refiero a las
que son llevadas a cabo por quienes intentan explorar formas, colores, sonidos,
imágenes o combinaciones de palabras, así como también las que expresan de
modos persuasivamente no convencionales sentimientos, emociones, visiones o
ideas. En resumen, los actos artísticos o poéticos en el más amplio sentido de
dichos términos, que abarcan desde las más altas realizaciones estéticas a la chapuza
del acuarelista dominguero, desde el hallazgo humorístico que cualquiera puede
hacer al calor de una copa de vino en una reunión de amigos hasta el balbuceo
del enamorado o del hijo que acaba de perder a su madre cuando tratan de hallar
una voz inédita (desconocida, nueva) para expresar su gozo o su dolor tan
usuales... Las intenciones de este apartado apenas saben lo que intentan, son
proyectos de lo indefinido y deseos que rara vez logran de antemano dar cuenta
clara de su afán. Me tienta decir que
son las más característicamente
humanas de las acciones humanas, porque dependen de impulsos que no surgen
de nuestra naturaleza biológica ni siquiera meramente de nuestra condición
social sino de nuestra personal
idiosincrasia simbólica...
Ennumera algunos de tus deseos, necesidades y
obligaciones y explícalos:
- Deseo...
- Necesito...
- Debo...
¿Qué te hace libre?
¿Qué te limita?
Escribe en el cuadro las características de la libertad
que la hacen un bien estimable:
Séptimo paso
Lee y selecciona tres preguntas que puedas contestar del
siguiente fragmento:
¿Qué es la libertad como experiencia humana? ¿Es el deseo
de libertad algo inherente a la naturaleza de los hombres? ¿Se trata de una
experiencia idéntica, cualquiera que sea el tipo de cultura a la cual una
persona pertenece, o se trata de algo que varía de acuerdo con el grado de
individualismo alcanzado en una sociedad dada? ¿Es la libertad solamente
ausencia de presión exterior o es también presencia de algo? Y, siendo así,
¿qué es ese algo? ¿Cuáles son los factores económicos y sociales que llevan a
luchar por la libertad? ¿Puede la libertad volverse una carga demasiado pesada
para el hombre, al punto que trate de eludirla? ¿Cómo ocurre entonces que la
libertad resulta para muchos una meta ansiada, mientras que para otros no es
más que una amenaza? ¿No existirá tal vez, junto a un deseo innato de libertad,
un anhelo instintivo de sumisión? Y si esto no existe, ¿cómo podemos explicar
la atracción que sobre tantas personas ejerce actualmente el sometimiento a un
líder? ¿El sometimiento se dará siempre con respecto a una autoridad exterior,
o existe también en relación con autoridades que se han internalizado*, tales
como el deber, o la conciencia, o con respecto a la coerción ejercida por
íntimos impulsos, o frente a autoridades anónimas, como la opinión pública?
¿Hay acaso una satisfacción oculta en el sometimiento? Y si la hay, ¿en qué
consiste? ¿Qué es lo que origina en el hombre un insaciable apetito de poder?
¿Es el impulso de su energía vital o es alguna debilidad fundamental y la
incapacidad de experimentar la vida de una manera espontánea y amable? ¿Cuáles
son las condiciones psicológicas que originan la fuerza de esta codicia?
¿Cuáles las condiciones sociales sobre las que se fundan a su vez dichas
condiciones psicológicas?”
Contesta las preguntas que elegiste:
Octavo paso
Escribe un alegato o escrito expositivo en dos cuartillas
a favor o en contra de las libertades de que gozas. Debes hacer uso de citas
apropiadas de los escritos de esta unidad y dar ejemplos de la vida real.
Necesitas también manejar con cuidado un buen concepto de libertad que pueda
ser aceptado por otros.
Título
|
- Tesis que defiendes
- Definiciones
- Explicaciones
- Motivos
- Causas
- Razones
- Circunstancias
- Antecedentes
- Pruebas
|
Bibliografía
Arendt Hannah. (2002) La
vida del espíritu. Barcelona: Paidós.
Droit, Roger-Pol. (2005)
La Filosofía explicada a mi hija.
México: Paidós.
Fromm,
Erich. (2005) El miedo a la libertad. México:
Paidós.
Savater, Fernando. (2003) El valor de elegir. Barcelona: Ariel.
Roger-Pol Droit,
“Capítulo 3: Seguir el camino de las palabras”. La Filosofía explicada a mi hija. pp.62-67
Fernando Savater. El valor de elegir. pp. 44-45 y 52-65
[5] Erich Fromm. El miedo a la
libertad,. p.28