miércoles, 12 de marzo de 2014

CUESTIONARIO (12 DE MARZO DEL 2014)



 Lectura: La ética como forma de vida de  Juliana González.

 

1.    ¿Qué significa ética como forma de vida?

2.    ¿Qué quiere decir que una vida sin examen no vale la pena ser vivida y tú que dices de eso?

3.    ¿Qué son doxa y episteme?

4.    La razón humana, dice Sócrates, busca “la verdad” de lo que es el hombre. ¿Qué es eso y que dices tú?

5.    Necesitamos saber qué es “ser hombre” para poder actuar? ¿Qué implica eso y que dices tú?

6.    La autoconsciencia es una conversión existencial. ¿Qué es eso y que dices tú?

7.    La autoconciencia como autoconocimiento y autocreación hace posible la independencia. ¿Qué es eso y que dices tú?

8.    ¿Qué es el hombre?

9.    La vida ética es condición y/o posibilidad de la libertad. ¿Qué es eso y que dices tú?

10. ¿Quién es ignorante, según Juliana González? ¿Qué dices tú?

10.    ¿Por qué el mal es ignorancia?

11.    ¿Cómo se crea el ethos?

12.    ¿Qué significa que ethos es teoría, pathos y praxis?

13.    ¿Para qué sirve el ethos?

14.    ¿Qué es la sabiduría?

15.    ¿Qué es el bien?

16. ¿Por qué el cuidado de sí mismo coincide con el cuidado de los otros?

17. ¿Qué quiere decir que ethos es como una segunda naturaleza?

18. Dice Sócrates que no hay mal para el hombre de bien ni en esta vida ni más allá de ella. ¿Qué significa eso y que dices tú?

19. La vida vale por la entereza moral con que es vivida. ¿Qué quiere decir eso y que dices tú?

20. La vida ética, la morada del hombre es arte y es póiesis. ¿Qué es eso y que dices tú?

21. Que quiere decir “la asunción cabal de la propia insuficiencia”

22. ¿Qué es la osiotés?

 

martes, 25 de febrero de 2014

Parte 1: Ética


 
Estrategia 3

 Libertad: ¿Necesidad, deseo u obligación?

Blanca Estela Figueroa Torres


 

 

La libertad nació como un privilegio y así ha permanecido desde entonces.

Zigmunt Bauman

 

 

Empezamos con una rápida mirada a otros seres humanos.

 

Primer paso

 

Lee el siguiente texto:

 

El milagro del agua[1]

 

Mai (es decir, agua en tigriña, el idioma de la región etíope de Tigray) es una palabra con una densidad que no posee en los países más desarrolla­dos. El agua es vida, sí, pero también sig­nifica tiempo, educación, menos enfermedades, mejores cosechas, mínima higiene personal y mayor desahogo económico. Es­pecialmente para las mujeres, niñas y ado­lescentes, que en el medio rural etíope son las encargadas de ir a por ella.

 

“A lo que más miedo tenía era a dar a luz camino del estanque", cuenta Tesefe­hen Guirmai, una campesina de 40 años de la comarca de Samre. "No me pasó con mis cuatro hijos, pero a muchas amigas, sí". Desde hace años, esta mujer enjuta, de rostro surcado por arrugas prematuras, ha pasado todos los días dos horas andan­do hasta el estanque de Shentila; una hora guardando cola con una de sus hijas y un burro para cargar 80 litros de agua (20 cada una y 40 el burro), y dos horas más de viaje de vuelta para poder asearse, coci­nar, lavar la ropa y beber su familia y el ganado. Repetía la operación dos veces al día, a las cinco de la madrugada y a las dos de la tarde. Todo un día en ir a por agua.

 

Parir de camino no es el único peligro. Incluso en estas tierras áridas y montañosas, de lomas ralas y cauces polvorientos de desaparecidos ríos y torrentes, las hienas siempre andan al acecho. Muchas mujeres inician su periplo (viaje o recorrido) de madrugada, cuando las hienas campan a sus anchas. Van en grupo, para protegerse. Pero los ataques son inevitables. "Conozco a varias que han sido mordidas", señala Tesefehen.

 

La vida de esta mujer y la de su fa­milia han cambiado radicalmente desde que la Rest (So­ciedad de Ayuda de Tigray), una Organización No Gubernamental (ONG) lo­cal, y la ONG española Intermón Oxfam han ex­cavado un pozo de agua potable a media hora de su casa. Pero, como Tesefehen has­ta entonces, más de diez millones de mujeres y niñas etíopes emplean entre cinco y seis horas al día para proveerse de agua.

 

En el reparto de las tareas en la fami­lia del medio rural etíope, el hombre labra el campo y apacienta el ganado, y la mujer se encarga de las tareas domésticas, como ir a por agua. Pero no se especifican dis­tancias. Y tener el agua a dos o a diez kiló­metros, como es habitual en muchas zonas del país, es determinante. ¿Un ejemplo? Las dos hijas de Tesefehen: Dilai y Ametesin. Dilai Haile, la menor, tiene 13 años. Es seria y desenvuelta. En medio de la frente luce una cruz tatuada, signo de su fe ortodoxa. De mayor quiere ser médica. Hace dos años estuvo a punto de dejar el colegio como muchas de sus amigas.  El horario era incompatible con el agua.

 

Afortunadamente, hoy Dilai va al pozo con su madre por la mañana, pero puede ir a clase, a veinte minutos, en la aldea vecina de Netbarhadnet. "Me gustaría casarme a los 30, cuando haya terminado mis estudios. Quiero mejorar los niveles higié­nicos y sanitarios de mi comunidad", dice. En cambio, para su hermana Ametesin, de 16 años, el nuevo pozo llegó demasiado tar­de. No terminó primaria. Hoy, casada, ayu­da a su madre en las labores del hogar.

 

En Etiopía, las niñas van menos al co­legio que los niños. Y las que van, lo dejan antes. Séptimo país del mundo con mayo­res diferencias entre hombres y mujeres, según la ONU: cerca del 60% de las niñas en edad escolar no asiste a la escuela, por un 40% de varones. "En parte, por la falta de concienciación paterna", dice el direc­tor de la escuela de Netbarhadnet, Haftom Nesguena. "Si tienen que elegir qué hijo irá a la escuela prefieren enviar a los va­rones. A ellas las destinan a las tareas do­mésticas y las casan a los 16 años".

 

Así, la educación de las mujeres es deficiente, y sus expectativas en el merca­do de trabajo, limitadas. Muy pocas pue­den trabajar en empresas dedicadas a una cuestión que conocen mucho mejor que los hombres: la gestión del agua. "La dis­tancia a los puntos de abastecimiento agrava el problema de la desigualdad de género", señala el responsable del Progra­ma de Agua de la ONG Intermón Oxfam en Etiopía, el economista Kaleab Getaneh. "Tardan mucho en ir a por ella y cuentan con menos tiempo para formarse, realizar otras actividades productivas y aspirar a un mayor estatus económico".

 

Las caminatas subyacen como causa, incluso, de muchos divorcios. "Los mari­dos llegan antes a casa de los campos de cultivo. Algunos pasan mucho tiempo so­los y se molestan cuando su mujer llega tarde. Entonces surgen los problemas", re­fiere Getacho Haile, jefe del departamento de desarrollo de recursos hídricos de Rest, una de las mayores ONG del este de Áfri­ca.

 

Víctimas especialmente desesperanza­das del difícil acceso al agua son los mendigos de agua: ancianos sin familia ni fuerzas que peregrinan de choza en choza mendigando algo que beber.

 

Otra consecuencia son los conflictos entre aldeas. "Hace 20 años existían mu­chos riachuelos, ríos y pozos, pero la se­quía los fue secando", relata Haile. “Ahora sólo hay agua en puntos concretos que per­tenecen a un pueblo determinado. La gen­te de las localidades vecinas, sin agua, van a por ella y surgen las disputas. Los pri­meros argumentan que el agua está en su territorio; los otros, que no por ello dejan de tener derecho a ella. El litigio, que a ve­ces llega a los tribunales, está servido".

 

Pero lo más desalentador de todo es que el agua, tan trabajosamente acarrea­da por las mujeres, no es potable. Turbia, de un tono marrón anaranjado, infestada de microorganismos y parásitos, a veces maloliente..., esa misma agua representa, paradójicamente, el mayor de los peligros.

 

En Etiopía, casi dos de cada tres habi­tantes (el 62% de la población) no tiene ac­ceso a agua potable, según el Ministerio de Recursos Hídricos; es decir, 45 millones de personas beben agua sucia, que no resisti­ría el estándar europeo menos exigente. La estadística incluye a las ciudades. En el campo, el porcentaje es más alto. Hay co­marcas en las que nadie bebe agua potable.

 

En la de Samre, donde vive Tesefehen, muchas adolescentes quieren ser médicas. Llama la atención, en un país con tres mé­dicos por cada 100.000 habitantes, según Naciones Unidas. Y puede que, en parte, se deba al referente de la directora de su ambulatorio (clínica) local, Yelam Tsergay. Esta docto­ra de 28 años, siempre activa y sonriente, se enfrenta con pocos medios, pero firme determinación, a una situación de partida descorazonadora. La mayoría de la pobla­ción que atiende sólo come una o dos veces al día. El 68% no tiene acceso a agua pota­ble. La esperanza de vida es de 52 años para los varones y de 54.9 para las mujeres.

 

El capítulo de la higiene personal no es mucho más halagüeño. Sin apenas letri­nas, lavabos, lavaderos ni costumbres hi­giénicas, poca gente se lava las manos. La ropa se lava cada tres meses, como mucho. No hierven el agua, ni la leche. Esta falta de higiene, en parte, la propicia la escasez de agua. La Organización Mundial de la Salud recomienda un consumo de agua por persona y día de 20 litros. En estas zonas es de cinco. "Ves a las familias lavarse, y luego, con esa agua, hacer la comida", relata el responsable de Rest, Getacho Haile. Así, los campesinos son víctima fácil de parásitos intestinales y enfermedades de la piel, ambas debidas, generalmente, al agua en mal estado. "Amibiasis, ascaria­sis, giardiasis y esquistosomiasis están entre las enfermedades más frecuentes en nuestra comarca", recalca Tsergay.

 

"Los más afectados son los niños, por la inmadurez de su sistema inmune. Lue­go, las mujeres, que van a por el agua, y los mayores, explica. En Etiopía, 169 ni­ños de cada 1 000 mueren antes de los cin­co años, y sólo el 38% de los que padecen diarrea, el síntoma más común en las en­fermedades por el agua, es tratado con rehidratación y alimentación continua.

 

Cinco horas de vida al día, de media, es lo que ganan las mujeres con la proxi­midad de una fuente. Terminan antes las tareas domésticas, cuidan más la higiene familiar, se ocupan mejor de sus hijos, asisten a las asambleas locales -donde ejercen voz y voto- y ayudan a los hom­bres en los campos. En Raya, una planicie rodeada de montañas bajas al sur de Ti­gray, donde viven 430 000 personas y 360 000 cabezas de ganado, el 60% de la po­blación no tiene agua potable. Ni comida, en años de sequía, como 2003, cuando so­brevivieron gracias a la ayuda exterior.

 

El tef, un cereal local, es el cultivo más ex­tendido. "La cosecha de tef es diferente si se planta por la mañana o por la tarde", ex­plica Asfá. "Si es por la mañana, la pro­ducción aumenta. Lo mismo pasa con el sorgo y otros productos. Donde las muje­res y los niños ayudan en el campo, la co­secha llega a ser hasta un 50% mayor".

 

Los Abraha son una familia de clase media, con nueve hijos, de la aldea de Wár-geba, en Raya. Tienen cuatro bueyes y una vaca. Viven del cultivo del tef, el sorgo y la cebada. Habitualmente comen shiro, un puré de legumbres especiado, sobre une torta de inyera, una especie de pan ácimo (sin levadura).

 

Sólo en las fiestas se dan el lujo de comer carne "Si la cosecha es buena vendemos el exedente para comprar bueyes y vacas y tener más leche", comenta el padre, Abraha Tarreken. "Si el agua no estuviera a a dos horas de aquí, las cosechas serían mejores”.

 

Así, tal vez, hasta podrían comprar camellos, como los Germai, una familia potentada de Chadu, en la misma comarca de Raya. La madre, Asurara Woldu, o alguno de sus ocho hijos, tarda ahora 40 minutos en ir y volver a por agua. Los bidones (recipientes de cierre hermético para transportar líquidos) ya no los carga ella, sino el camello que puede con 80 litros. Libre de peso, la espalda ya no le duele. Las más de cinco horas que ha ganado las invierte en criar gallinas para vender sus huevos, fabricar cestas que vende en el mercado y ayudar a su marido en el campo. "El rendi­miento de nuestras tierras ha aumentado. Ahora ganamos algunos miles más de birrs [la moneda etíope]", asegura.

 

Si buscamos las causas de esta escasez a la vez crónica (que viene de tiempo atrás) y aguda (grave pero de corta duración), lo primero que viene a la mente son las sequías de los últimos 30 años. Especialmen­te las de 1972-1974 y 1984-1986. La primera mató a más de 200 000 personas. Y apuntilló (remató) a un imperio de 3 000 años de an­tigüedad.

 

En uno de los episo­dios más sonámbulos de su historia, en el año 1974, la no­che del 11 de septiembre (No­chevieja, según el calendario etíope, que vive ahora en 1999), los militares insurgentes que controlaban ya el país insta­ron al anciano emperador Hai­le Selassie, solitario inquilino de su abandonado palacio, jun­to a su criado, a ver en televi­sión el documental El hambre oculta, del periodista británi­co Jonathan Dimbleby, sobre la sequía que asolaba Tigray y Wollo. La cinta había dado la vuelta al mundo. En ella se alternaban imágenes de hombres agonizantes por inanición con festines en palacio y el empe­rador dando de comer jugosos pedazos de carne a sus perros. A la mañana siguiente, el León de Judá (Hai­le Selassie) fue oficialmente destronado.

 

De la segunda gran sequía,  la de 1984, aún resuenan, ligadas al macroconcierto solidario Live Aid, imágenes espe­luznantes. Letehigot Hagos, campesina de Samre tenía entonces 20 años. Para sobrevivir tuvieron que talar los árboles y venderlos como leña. "Estas tierras secas eran bos­ques de acacias", recuerda. La venta de leña, último recurso, no pudo, sin embar­go, impedir la tragedia. Más de un míIlón de personas murieron entre 1984 y 1986. Cientos de miles, como Letehigot, huyeron a Sudán. Lo hicieron de noche para eludir el mandato gubernamental de trasladarlos al sur del país. “Muchos morían porque daban la poca comida que tenían a sus hi­jos",  relata Wodesembat, un veterano de guerras contra comunistas y eritreos.

 

Pero para Aulacho Korei, funcionario del Ministerio de Recursos Hídricos, ni si­quiera estas sequías crónicas e intensas explican la dificultad de la población para acceder a agua potable. "La cantidad de aguas subterráneas y en superficie es suficiente para suministrar de agua potable a toda Etiopía. Lo que pasa es que sólo se aprovecha el 2.5% de ella", señala. Esas aguas en superficie incluyen el 86% del caudal del Nilo, el río más largo del planeta. Etiopía tiene agua de sobra para abastecer a toda su población. ¿Entonces? ¿Por qué no le llega? Sencillo. Porque no hay di­nero.

 

Los gobernantes tienen otras priori­dades. La primera, que sus habitantes co­man tres veces al día, y no dos o una, como es habitual. Con un 44% de su población sobreviviendo por debajo del umbral de pobreza, Etiopía es el quinto país más pobre del mundo, por detrás sólo de Níger, Burkina Faso, Malí y Chad, según el In­forme sobre Desarrollo Humano 2005 de Naciones Unidas. La probabilidad de no llegar a los 40 años es del 40%. La segunda prioridad es la guerra. Desde la caída del régimen de Selassie, en 1974, el país se ha trastabillado entre con­flictos internos o con su vecino, Eritrea.

 

De ambos mantienen los rescoldos (recelos o resentimiento). Den­tro: tras las elecciones de mayo de 2005, el presidente Meles Ze­nawi, con tendencia a eterni­zarse en el cargo que ocupa desde 1991, dio por ganados los comicios por su partido. La oposición no comparte el es­crutinio. La delegación de la Unión Europea que acudió como observadora, tampoco. Para la parlamentaria que la encabezaba, Ana Gomes, los resultados fueron manipula­dos. Los enfrentamientos entre opositores y la policía se han cobrado ya decenas de vidas. Fuera: el presidente eritreo, Isaías Afewerki, que en di­ciembre de 2005 expulsó a los observadores de la ONU de la zona de seguridad entre ambos países, profiere amenazas de invasión de la zona de Badme, al norte de Etiopía.

“En un país en desarrollo como éste, la tarta (pastel) nacional es muy pequeña", indica Geta­neh.  El representante de In­termón Oxfam incide en la de­sigual distribución del agua. Donde se encuentra entre el 80% y el 90% del agua vive el 30-40%  de la población, mien­tras casi el 60% de los etíopes reside donde sólo hay entre el 10% y el 20% de las reservas hídricas. "El problema podría solucionarse con canalizacio­nes que las conduzcan de una zona a otra, pero no hay dine­ro", añade Getaneh. "Es el cír­culo vicioso de la pobreza. Como el agua no es potable, la población enferma de do­lencias prevenibles. Su productividad es baja; sus ingresos, míseros, y la comuni­dad no puede costear la instalación de agua potable", explica.

 

Para Lluís Basteiro, consultor de Inge­niería Sin Fronteras y experto analista en recursos hidrológicos etíopes, "la falta de acceso se ha visto agravada por el nulo mantenimiento de los sistemas, su preca­ria sostenibilidad y el bajo grado de orga­nización de las comunidades".

 

En los últimos años las mejoras han sido notables. En 2002, el Ministerio de Recursos Hídricos puso en  marcha un plan de 15 años para ampliar la cobertura de agua potable. Los  resultados no se han hecho esperar. En 2001-2002 sólo el 17 % de la población tenía acceso a agua potable; actualmente es el 38% . Se ha duplicado la cobertura. Este plan ha estimulado la  generosidad exterior de por sí pródiga con este país, cuya capital, Addis Abeba, es conocida como la Bruselas africana por la con­centración de organizaciones foráneas que han plantado allí su tienda.

 

A escala nacional, uno de los Obje­tivos del Milenio -plan para combatir la pobreza en el mundo aprobado en 2000 por Naciones Unidas- es que el acceso al agua potable ascienda al 63% de la población para 2015. Y que su red de instalaciones de higiene, como letrina y lavaderos, cubra al 59% de los etiopes. Largo trecho desde el 18% actual.

 

Entre las ONG españolas más activas en el sector está Intermón Oxam. Su Banco de Agua, el proyecto más ambicioso de su historia de construcción y gestión de infraestructuras hidrológicas, está financiado, entre otras entida­des, por la Generalitat de Cataluña, la Comunidad de Castilla-La Mancha y la Comunidad de Madrid. "Queda mucho por hacer. Por ahora nos estamos cen­trando en el objetivo marcado por Na­ciones Unidas para 2015", dice Getaneh.

 

"Las cinco horas que he ganado al tener el agua más cerca las empleo en dedicarme más a las tareas del hogar, como lavar la ropa, y asistir a reunio­nes sobre higiene y sobre planificación familiar", cuenta Tesefehen Guirmai, de la comarca de Samre (Tigray). "Si instalan un surtidor de agua más cer­cano a nuestra casa podré enviar a mis hijos pequeños al colegio y no tendrán que abandonar los estudios", dice Le­tehigot Hagos, también de Samre.

 

Pozo a pozo, niña a niña escolariza­da, doctora a doctora, el círculo vicioso de la pobreza y la desigualdad empieza a invertir su giro, tendido desde tiem­pos inmemoriales como un intimidato­rio león dormido al que no interesa des­atar sobre las castigadas pero fértiles tierras etíopes. Un círculo que habrá ralentizado (disminuido) sus vueltas cuando mai sig­nifique, aun para la familia más apartada, simple y livianamente agua.



Segundo paso

 

Dibuja un mapa de África e identifica el lugar dónde está Etiopía.

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

 

Entérate de quién fue Haile Selassie:

 

 
Fue Emperador de Etiopía. Gobernó su país desde 1941 hasta 1974 tras ser derrocado por el ejército. Murió en 1975.
 

 

 

¿Por qué en Etiopía tienen que acarrear agua desde lejos?

 

 
 
 
 

 

¿Cómo es el agua en Etiopía?

 

 
 
 
 

 

¿Por qué el asunto del agua es importante para las mujeres, niñas y adolescentes?

 

 
 
 
 

 

 

¿Por qué el agua, en Etiopía, significa educación?

 

 

 
 
 
 

 


Llena los espacios:

 

 
Dilai y Ametesin Haile
Yo
Género
 
femenino
 
Edades
 
 
 
País
 
Etiopía
 
¿Qué comen?
 
 
 
¿Cuál es su actividad más importante?
 
 
¿Cada cuándo se bañan?
 
 
 
¿Cada cuánto tiempo lavan la ropa?
 
 
¿Cómo se transportan?
 
 
 

 


Tercer paso

 

Responde:

 

¿Por qué tú puedes ir a la escuela y no tienes que acarrear agua desde lejos?

 

 
 
 
 

 

 

¿Crees que tú estás en mejores o peores condiciones que Dilai y Ametesin?

¿Por qué?

 

 
 
 
 
 

 

 

Al comparar las respuestas que pusiste en el cuadro puedes extraer algunas conclusiones:

 

Si tú no tienes que ocuparte de acarrear agua todos los días entonces:

 

 
 
 
 

 

Si tú cuentas con agua potable en tu propia cocina y tu propio baño entonces:

 

 
 
 
 

 

Los pobladores de Etiopía se distinguen de los de México porque:

 

 
 
 
 

 

Los pobladores de Etiopía se parecen a los de México porque:

 

 
 
 
 

 


Los pobladores de Etiopía son más pobres que los de México porque:

 

 
 
 
 

 

Si tú tienes resuelto el abastecimiento de agua es porque:

 

 
 
 
 

 

¿Conoces a alguien que no tenga resuelto su abastecimiento de agua?

 

_________

 

¿Crees que está bien que el abastecimimiento del agua esté resuelto y que en consecuencia  puedas ocuparte de otras cosas?

 

_________

 

 

 ¿Quién resolvió el problema del agua?

 

_________

 

 

¿Tener el problema del agua resuelto se puede relacionar con tu libertad?

 

________

 

¿Por qué?

 

 
 
 
 
 

 

 

Última noticia (Fragmento)[2]

 

El 64,5% de las niñas en Mali, el 76% en Níger y alrededor del 50% en Etiopía y Camerún son forzadas a casarse antes de cumplir los 18 años. En algunos lugares de Nigeria, los padres ca­san a sus hijas al cumplir los 11 años. El matrimonio forzado, ge­neralmente con hombres mucho mayores que ellas, condena a las niñas a maternidades sucesivas con alto riesgo de mortalidad, tanto para ellas como para sus hijos.

 

Millones de niñas africanas no irán nunca a la escuela. Al privarlas del acceso a la educa­ción no sólo se está cercenando su futuro sino que se limitan las posibilidades de desarrollo de toda la comunidad. Sabemos que la formación de las mujeres cons­tituye la estrategia más efectiva para romper el ciclo de la pobre­za, la dependencia y la enferme­dad. Cuando las niñas han recibido, siquiera educación primaria tienen familias menos numerosas y más sanas y contribuyen a mejorar notablemente las condíciones de vida y de desarrollo de sus sociedades.

 

“No hay mejor estrategia de desarrollo que la que asocia a las mujeres como actores principa­les. Produce beneficios inmedia­tos en la nutrición, la salud, el ahorro y la inversión a nivel fami­liar, de la comunidad y, en últi­ma instancia, del país. En otras palabras, educar a las niñas es una política de desarrollo social que funciona". (Kofi Annan).

 

Las autoridades europeas, y algunos Gobiernos de los países miembros, singularmente Suecia y España, han reconocido la im­portancia de abordar muchos de los problemas que asolan a la población africana desde un en­foque de género como la herra­mienta más eficaz para el avance del continente.

Las organizaciones no guber­namentales africanas están lan­zando un mensaje que debemos recoger: es urgente dedicar recur­sos específicos dirigidos a las ni­ñas en los programas de infan­cia. Es necesario, sobre todo, abordar el problema de la violen­cia contra las mujeres desde las edades más tempranas.

Situemos a las niñas en el cen­tro de nuestra preocupación y en el corazón de los proyectos. En los planes, de desarrollo que ela­boran los distintos países, las ni­ ñas deben aparecer como grupo de atención fundamental y prio­ritario. La violencia generaliza­da contra las niñas africanas es el exponente más brutal de la dis­criminación de que son objeto. El futuro del continente depen­de, en gran medida,  de la libera­ción  de sus mujeres. 

 

 

 

¿Quién es Kofi Annan?

 

 
 
 
 
 
 

 

 

Qué significa la liberación de las mujeres en el contexto africano.

 

 
 
 
 

 

 

 

 

¿Hay relación entre libertad y liberación?

 

 
 
 
 

 

 

Cuarto paso

 

Ahora vamos a buscar  distintas ideas de libertad, vamos a problematizar y a analizar la libertad.

 

 Pero antes vamos a leer este diálogo que viene a cuento para aclarar algunas cosas:

 

 

La filosofía explicada a mi hija (Fragmento)[3]

 

Tal vez convenga añadir que la filosofía pretende saber si tenemos verdaderas ideas (no fantasmas de ideas o ilusiones) y si estas ideas son verdaderas.

 

- Pero ¿qué diferencia hay entre «verdadera ­idea» e «idea verdadera»? No estoy segura de verla claramente.

 

- Una verdadera idea es la que puede ser explicada, la que resiste y se muestra firme al examen de la reflexión.

 

- Pero si esta idea resiste, ¡debe ser verdadera!

 

- ¡Muy bien!, acabas de encontrar un punto muy importante. Para muchos filósofos no existe diferencia entre ambas: una verdadera idea es una idea verdadera. Si está bien construida corresponde a una realidad. ¡Has dado en el clavo! Pero, sobre esta cuestión, quedan todavía bastantes cosas por resolver.

 

No hemos indagado aún qué significa que una idea esté «bien construida» o sea «coheren­te». Tampoco sabemos cómo «verificar» las ideas ni cómo examinarlas para saber si son verda­deras o falsas. Para saberlo, debemos analizar de qué nos servimos para encontrar o transmitir ideas. ¿Tú qué dirías?

 

- Nos servimos de libros, periódicos, conver­saciones. También del teléfono y del ordenador (computadora).

 

- En todos estos casos, ¿cuál es el punto co­mún? Reflexiona, lo tienes justamente ahí, de­lante de tus narices...

 

- ¿Palabras?

 

- ¡Pues claro! Palabras, siempre palabras. Accedemos a las ideas mediante las palabras y sus combinaciones. Por esta razón, los filósofos pres­tan mucha atención a la forma en que se expresan. El papel del lenguaje es central, y esto es lo que deseo señalar aquí. Es algo que los filósofos del pasado ya sabían, pero en nuestra época esta cues­tión representa un punto esencial de la filosofía.

 

Retrocedamos un poco. La filosofía no se cons­tituye de gestos o de actos físicos, sino de pala­bras, frases y libros. Se trata, pues, de una activi­dad vinculada a los discursos, a las sucesiones de palabras organizadas.

 

 

 

 

Existen otras disciplinas que también se aso­cian a los discursos y las palabras, como por ejem­plo la literatura y la poesía. Asimismo, la historia y la geografía. Lo que debemos precisar ahora es qué distingue a la filosofía de esas otras activida­des vinculadas al lenguaje. ¿Cuál es su estilo, su manera propia, su forma de ser?

 

Para responder, recordemos las palabras de Esopo, un autor de fábulas de la Antigüedad: «La lengua es la mejor y la peor de las cosas».

 

- ¿Por qué?

 

- ¡Descúbrelo tú misma!

 

- ¡Porque la lengua puede hacer el bien o el mal!

- Sí, continúa... Profundiza en esta idea de doble cara: el bien y el mal, ¿y luego?

 

- ¿Lo verdadero y lo falso?

 

- Exacto. Las palabras pueden guiar o des­viar, informar o engañar, pueden mentir o reve­lar la verdad. El lenguaje es como una herra­mienta de doble filo.

La filosofía, que busca las ideas verdaderas por medio de las palabras, se encuentra en una curiosa situación. ¿Ves cuál?

 

- ¿Se sirve de las palabras, pero a la vez des­confía de ellas?

 

- Así es. La filosofía se bate contra las pala­bras... con las palabras. Éstas son al mismo tiempo los únicos instrumentos de los que dispo­nemos para avanzar en la búsqueda de las ideas verdaderas y la fuente de multitud de ideas falsas.

 

- ¿ Qué ideas falsas proceden de las palabras?

 

- Toda clase de ilusiones y problemas que los filósofos intentan descubrir y evitar. Vea­mos algunos ejemplos que, sin duda, te parece­rán algo curiosos, pero te pido un poco más de paciencia.

 

Como te decía, los filósofos no se interesan por las palabras de la misma manera que los poe­tas o los novelistas. No pretenden construir sen­tencias bellas, conmovedoras o evocadoras, sino frases que expresen las ideas con exactitud. La condición es que dichas frases sean conformes al orden del lenguaje, a su estructura, lo que se de­nomina también sintaxis. Sin este requisito es imposible decir nada. Imagina, por ejemplo, que te digo: «Verde y o pues».

 

- ¿Cómo?

 

- «Verde y o pues.»

 

- ¡Esto no significa nada!

 

- No, efectivamente, no significa nada. Son cuatro palabras que conoces, pero la forma en que se han reunido aquí no produce ningún sen­tido. Primera condición: para tener una idea que se ha de examinar hay que disponer de una frase correctamente construida.

 

Pero esto no basta. Si te digo: «El círculo es cuadrado», nos encontramos ante una frase bien construida (sujeto, verbo y predicado) pero ab­surda e incluso impensable. No contiene ningu­na idea. Puedes tratar de pensar en un círculo cuadrado, pero nunca lo lograrás. O bien es realmente un círculo, y es imposible que sea al mis­mo tiempo cuadrado, o bien es un cuadrado y no puede ser a la vez un círculo.

 

- Dime, ¿estamos hablando de filosofía o ju­gamos a las adivinanzas?

 

- Un poco de paciencia..., ya que esto es muy importante. Si se busca la verdad en las ideas, hay que pasar por unas frases que, como todas las demás, están hechas de palabras. La verdad no es una diosa, ni una región del mun­do misteriosa e inaccesible. Es simplemente una propiedad de las frases: algunas son verda­deras y otras falsas. Debemos observar cómo están construidas y ver si tienen o no tienen sentido.

 

Un primer paso puede ser dejar de lado las expresiones del tipo «círculo cuadrado», ya que no corresponden a ninguna idea. Son contradic­ciones y se pueden abandonar porque no hay modo de pensar en ellas. Podemos pensar, en cambio, en infinidad de cosas que no contienen contradicciones, aunque no existan en la realidad. Por ejemplo, podemos pensar en una montaña de oro o un caballo alado, ya que son cosas posi­bles «en idea», aunque no sean reales. No sucede lo mismo con el círculo cuadrado. Hay otro caso, que podríamos llamar los «pelos de tortuga».

 

- ¿Pelos de tortuga?

- Sí, se trata de una vieja fábula de los filó­sofos budistas antiguos. Imaginan que se busca la respuesta a esta pregunta: «¿Los pelos de tor­tuga son duros o blandos?». En realidad, no hay respuesta ni verdadera ni falsa. Sencillamente porque las tortugas no tienen pelos...

 

Aunque las cosas son aquí distintas: puedo pensar en pelos de tortuga (o en una montaña de oro), sin que esta idea tenga correspondencia en la realidad.

 

Antes de saber si una idea es verdadera o fal­sa hay que dar por lo menos tres pasos: 1) verifi­car que la frase que expresa esta idea no es un galimatías (del tipo «verde y o pues»), que no nos transmite nada que pensar; 2) comprobar si la frase contiene una contradicción (del tipo «círculo cuadrado»), que es una idea que no se puede pensar; y 3) ver si la frase se refiere a algo realmente existente, y no a una cosa posible (del tipo «pelos de tortuga») pero no real.

 

Verás que si reflexionas con calma no es tan complicado. Por otra parte, no es grave si no captas todas las consecuencias de lo que se aca­ba de decir. Lo importante es comprender que la actividad de la filosofía, en su búsqueda de las ideas verdaderas, pasa necesariamente por un trabajo sobre las palabras, el lenguaje y la lógica, esto es, sobre la forma en que se organizan las palabras y las ideas entre ellas. Los griegos lo vie­ron desde la Antigüedad. ¿Sabes de dónde pro­cede el término «lógica»?

 

- No, no lo sé.

 

- Directamente del griego logikos, adjetivo formado a partir del nombre logos, un término muy curioso. Recuerda sophos (el sophos de filó­sofo), que quiere decir instruido y sabio a la vez. Pues bien, logos significa al mismo tiempo «la palabra» (el lenguaje), «la razón» (la capacidad de reflexionar, de construir demostraciones y deducciones) y finalmente, ¡«el cálculo»! Cuan­do se define al hombre como un animal logikos, en griego quiere decir siempre animal «hablan­te» y «dotado de razón».

 

Ésta es una indicación importante para lo que tratamos. Hablar y pensar son dos actividades profundamente entrelazadas. Los vínculos entre las ideas, sus conexiones y la existencia misma de las ideas están en relación directa con el len­guaje humano. En resumidas cuentas, ser capaz de razonar es lo mismo que ser capaz de manejar los signos de un lenguaje. Por otra parte, te darás cuenta de que las palabras designan las ideas, y no las cosas...

 

- No estoy nada de acuerdo. Sí digo «hace un momento he puesto flores en el jarrón y ahora es­toy sentada en el sofá», ¡no se trata sólo de nom­bres de cosas... ! Todo esto es concreto, ¡las flores no son ideas! ¡Ni el jarrón, ni el sofá!

 

- Pues me habré equivocado. En tu opi­nión, las palabras no designan las ideas, sino ob­jetos verdaderos o personas verdaderas...

 

- Sí, exactamente.

 

- Lo siento, pero esto es una ilusión. He aquí un buen ejemplo de un pensamiento que se cree verdadero y que en realidad no lo es.

 

- ¿Cómo? ¡Pero es verdad! Hablo de las flo­res y del sofá, no de una idea.

 

- Si dices la palabra «flor» a una persona, ¿en qué pensará esa persona?

 

-En una flor, naturalmente...

 

- ¿Pensará en una flor concreta?, ¿en las que están aquí, ahora, y que tú has puesto hace un momento en el jarrón?

 

- No, seguro que no. ¡Otra pregunta rara!

 

- Añado una nueva pregunta extraña: ¿suce­de lo mismo con el término «sofá» y nuestro sofá? Si le dices esta palabra a alguien, estarás de acuer­do en que no será este sofá en el que tú estás sen­tada el que esa persona tendrá en la mente.

 

- No, claro... ¿Y dónde vamos con todo esto?

 

- Hacia un resultado que no te gustará de­masiado... La palabra «flor» no lleva a pensar necesariamente en estas flores que tenemos aquí delante. ¿En qué hace pensar, pues?

 

- En una flor cualquiera...

 

- Exacto. Y una flor cualquiera, ¿no será, por casualidad, la idea de flor?

 

- ¡Ya no entiendo nada!

 

- Volvamos atrás. Yo afirmaba que las pala­bras designan siempre ideas y tú has rechazado esta afirmación diciendo que palabras como «flores», «jarrón» y «sofá» nombran las verda­deras cosas que están aquí. Por esto he insistido:

 

¿alguien que oiga la palabra «flor» piensa en es­tas  flores de aquí? Y has estado de acuerdo en que no. Entonces, ¿en qué piensa? En la flor «en general». Al pronunciar «flor» no se dice si es una rosa, una margarita, un crisantemo o una nochebuena. Pues bien, esta flor «en general» me te­mo que es pura y simplemente... ¡la idea de flor! ¡Y nada más! Es aquello que todas tienen en común. No es ninguna flor en particular, ni en rea­lidad. Y todos los nombres comunes son simi­lares, remiten a las ideas, necesariamente genera­les, no a las cosas. Esto es válido para todos los nombres comunes y para todas las lenguas. Y, por lo tanto, también lo es para... ¡el sofá, por ejemplo!

 

- Pero, entonces, ¿dónde estoy sentada?

 

- En el sofá, naturalmente...

 

- ¿Y esto es una idea?

 

- No, ¡es una cosa! Nadie se ha sentado jamás sobre una idea, supongo que estarás de acuerdo.

 

- Entonces, cuando hablo de sofá, ¿hablo de una cosa o de una idea?

 

- ¡De ambas! Y precisamente de ahí deri­van nuestras dificultades. Cuando hablas del so­fá, hablas de la idea de una cosa (la idea en gene­ral de este tipo de mueble) y tú estás sentada sobre uno de los ejemplares de esta cosa. Habría que decir también que no hay que confundir el sofá y «el sofá».

 

- ¡Ay!... ¿dónde llegaremos?

 

- A una aclaración, espero. Llamamos «el sofá», entre comillas, a la idea general de este mueble. Nadie se ha sentado nunca sobre «el so­fá», al igual que nadie ha cortado u olido «la flor». Pero cuando dices «Estoy sentada en el sofá», te sirves de la idea general para hablar de este sofá, el nuestro, en este salón. Se trata de una cosa concreta, no de una idea. De hecho, dices «el» sofá utilizando el artículo como un de­mostrativo. Estás sentada en éste sofá, en el sofá (que está aquí, que es el nuestro), no en «el sofá» en general.

 

- Empiezo a entenderlo, es una cosa bien ra­ra la filosofía... ¿Y esto funciona así para todas las palabras?

 

- En todo caso para todos los nombres co­munes. Si oyes la palabra «mujer» la compren­des. No designa a nadie en particular y nunca encontrarás en la calle, ni en ninguna otra parte, a la «mujer» en general, como tampoco al «hom­bre» o el «número dos»...

 

- Sin embargo, muchas cosas van de dos en dos, como los zapatos, los calcetines, los guantes, los esquís...

 

- Pero nunca encontrarás en tu armario, ni en las pistas de esquí, ¡«el dos»! «El dos» sólo existe en nuestra mente, y la palabra (deux en francés, two en inglés, zwei en alemán, «dos» en español, etcétera) designa esta idea. Como puedes comprobar, la idea de «dos» es clara y simple. La pensamos sin dificultad y no la con­fundimos con otras ideas (el uno o el tres, por ejemplo). Es, pues, clara y precisa, y sin embar­go... ¡es abstracta!

 

- ¡No es esto a lo que yo llamo abstracto!

 

- Ya lo sé. Me imagino que, como casi todo el mundo, llamas «abstracto» a un discurso difí­cil de comprender, en el que no se ve claramente de qué trata. Una cosa abstracta es algo vago y confuso, algo que inquieta...

 

- Pues sí. . .

 

- ¡Pues no!, no es una buena definición. Es abstracta una realidad que sólo se puede pensar. «Dos», el número dos, es una realidad de este ti­po, una realidad que no se puede tocar, ni ver, ni saborear... Es concreta, en cambio, una realidad que se puede ver, tocar, manipular..., en resu­men, una realidad material. Todo lo que se pien­sa es abstracto y todo lo que se percibe por me­dio de los cinco sentidos es concreto.

 

- Vaya, tengo un problema. ¿Dices que si pa­sa por uno de los cinco sentidos es concreto?

 

- Sí, en líneas generales, sí.

 

- Pero las palabras las oigo, o las veo escritas. Entonces, ¿cómo puedes decir que designan ideas abstractas?

 

- ¡Muy bien! ... Buena pregunta. Mira, por ejemplo, la señal que significa «dirección prohi­bida». Sabes que dicha señal es un círculo rojo con una franja blanca horizontal en el centro. El círculo es de chapa (lámina) y pintura. Pues bien, puedes mirarlo de todas las maneras y desde todos los ángulos y no encontrarás ni en la chapa ni en la pintura la idea «prohibido circular en este senti­do en esta calle». Esta idea está en la cabeza, no en la chapa. Se han conectado un dibujo y una idea: el dibujo, concreto, remite a la idea, abstracta. Cabe señalar que un signo tiene siempre dos caras, una concreta y otra abstracta. Por un lado es una cosa y por el otro una idea.

 

Con las palabras sucede exactamente lo mis­mo. Oímos sonidos o vemos letras, y estos ele­mentos físicos remiten a las ideas que les han si­do asociadas. Lo que oímos es el sonido «dos» («tu», «tzwai»), y esto no es... ¡la idea de dos! ¿De acuerdo?

 

- ¡De acuerdo! Pero me gustaría que me ex­plicaras qué importancia puede tener todo esto. No veo bien para qué sirve.

 

- Entiendo. Debes estar diciéndote más o menos: «Debíamos tratar de la felicidad, la justi­cia y la verdad, y terminamos hilando muy fino sobre las palabras y las cosas, sobre el modo de construir frases y otras muchas complicaciones que no se sabe demasiado de dónde vienen ni adónde van», ¿Me equivoco?

 

- No, es verdad, hay algo de eso...

 

- Y es normal. Conviene, pues, colocar en su sitio todo lo dicho, a fin de aclarar las cosas. Recuerda que hemos partido de la siguiente constatación: para buscar una verdad hay que servirse de las frases.

 

- Sí, pero ¿qué relación tiene esto con nuestro recorrido?

 

- Bien, este recorrido nos ha mostrado que la filosofía pasa por las palabras y por ciertas formas de interrogarlas. Pero la mayoría de las veces hablamos sin plantearnos cuestiones, casi sin reflexionar. Los filósofos, en cambio, sí pres­tan atención a lo que dicen: dicen pensando lo que todo el mundo dice sin pensar.

 

Porque la filosofía es también una forma de reflexión sobre el lenguaje y sobre sus mecanis­mos, sus poderes y sus límites. Buscar verdades y desechar ilusiones, esto se hace con palabras, por medio de palabras y en las palabras. Por ello era necesario indagar cómo se construyen las frases y cómo éstas se relacionan con las cosas.

 

Por ello, también, cabía preguntarse de qué mo­do se vinculan las ideas a las palabras.

 

De acuerdo, resulta curioso. ¿Estamos hacien­do gramática y lógica en lugar de filosofía? No, porque nos damos cuenta muy pronto de que es­to es indispensable. Para seleccionar entre las verdaderas ideas y las ilusiones nos servimos de las palabras y de las frases. Por lo tanto, hay que saber cómo funcionan estos instrumentos, qué se puede esperar de ellos y cuáles son las trampas que es preciso evitar.

 

 

 

Quinto paso

 

Ahora sí, para problematizar “la libertad”, continúa con la enumeración de los sentidos de libertad o los modos de ser libre que te son más familiares o con los que te identificas y explícalos:

 

Ejemplo:

 

  1. El preso quiere ser libre porque al estar en una celda sus movimientos y posibilidades de actuar están limitadas.

 

Continúa:

 

  1. El esclavo quiere ser libre porque

 

 

  1. Yo quiero ser libre y autosuficiente porque

 

 

  1. Yo quiero ser libre como el viento o como rolling stone porque

 

 

  1. La libertad de expresión es

 

 

  1. Quiero ser libre y sin compromisos porque

 

 

  1. Soy libre porque

 

 

  1. Hay que tener libertad pero no libertinaje porque

 

 

  1. La libertad política es

 

 

  1.  

 

 

  1.  

 

 

  1.  

 

Selecciona de la lista anterior algunos sentidos de libertad con los cuáles te identifiques  o que se refieran a tí mismo y explícalos:

 

  1.  

 Si tienes una buena idea de libertad escríbela aquí:

 

 
 
 
 
 

 

Ahora escribe las razones por las que es una buena idea:

 

 
 
 
 
 
 

 

Sexto paso

 

Para poner a prueba lo que pensamos vamos a confrontarlo con la siguiente lectura.

 

¿Para qué? ¿Por qué?[4]

 

Todos los seres del universo que conocemos pue­den verse accidentalmente doblegados por causas indomeñables que no dependen de ellos y los seres humanos comparten este común destino. En innumerables ocasiones todos, de la rosa a la estrella pasando por el pirata, tenemos que ser en efecto meros pacientes (personas que padecen) de lo que ocurre. Frente a las inmensas e infinitas fuerzas que operan tumultuosamente en la realidad, el vigor que nos corresponde a veces apenas cuenta...

 

Ejemplifica cómo eres o has sido paciente:

 

 
 
 
 

 

Lo propio de los humanos, en cambio, es de vez en cuando ser agentes de acontecimientos, dar origen voluntario a lo que no ocurriría si no hubiésemos querido que sucediese. Es decir, ser sujetos protagonistas de actos intencionados.

 

Ejemplifica:

 

 
 
 
 

 

«la intención introduce un cambio cualitativo en la esfera de lo real ocupada por el hombre» (¿A quién pertenece lo ocurrido?). La novedad antropológica que nos define como especie no especializada es el obrar no meramente instintivo o reflejo sino intencional, es decir, la capacidad de acción: la práctica.

 

Sin intención no hay acción. «La condición necesaria para que tenga sentido considerar algo como una acción es la posibilidad de proponérselo o de tener intención de hacerlo» Y ¿cómo puede establecerse a posteriori que un acto ha sido intencionado? Cuando su agente es capaz de responder más o menos satisfactoriamente a las preguntas de «para qué» y «por qué» lo ha hecho.

 

 
¿Tener motivos, objetivos, proyectos fines?
 

 

 
               y/o        ¿razones ?
 

 

En la respuesta a estas básicas cuestiones los filósofos de la acción, desde el ínclito (ilustre) Aristóteles hasta los a veces fastidiosos filósofos analíticos anglosajones (ingleses), se enredan en una compleja urdimbre (red) de causas, mo­tivos, propósitos, intenciones, etcétera. Sin menospreciar estas disquisiciones sutiles y frecuentemente enriquecedoras, optaremos aquí por una fórmula nada original pero estética (amigable) y creo que suficientemente clara. Consideremos algunas series de acciones habituales, como correr hacia el autobús y subirse a él, pelar una manzana y morderla o apretar el gatillo de un revolver apuntando a un semejante. En todos los casos, la pregunta «¿para qué?» se refiere propiamente a la intención del sujeto agente, es decir, a lo que se propone o pretende hacer.

 

A mi juicio, en cierto sentido es -sin duda nuestro deseo -entendido de forma amplia y algo vaga- lo que motiva nuestras acciones: actuamos para cumplir el plan de vida que queremos. Pero también resulta indudable que nuestro querer está en gran medida determinado por el conocimiento racional de lo que somos y de lo que es la realidad en que vivimos. Nuestros conocimientos y creencias  deciden lo que nos parece conveniente desear y sabemos que no todo lo que en primera instancia puede apetecernos resulta compatible con lo que somos y cómo somos (podemos desear lo imposible pero no decidimos nada a su respecto, o mejor: decidimos que es imposible y basta). De modo que ciertas razones orientan los deseos tanto, al menos, como ciertos deseos acicatean nuestra razón para buscar el modo de realizarlos. De acuerdo con la diversa dosificación en ellos de razón y deseo, podemos intentar una taxonomía (sistematización) que agrupe en cinco grandes rúbricas (grupos) nuestros motivos de acción, es decir, las respuestas a la pregunta «¿por qué?»:

 

a) Necesidades. Son necesarias en el sentido más básico del término aquellas demandas físicas cuyo incumplimiento pone en peligro la vida del sujeto: comer, beber, evitar temperaturas extremas y ciertas agresiones corporales, etcétera. También son necesidades, aunque sea en un sentido más secundario, las urgencias sociales cuya desatención nos expone a la insatisfacción de las necesidades básicas antes mencionadas o lesiona gravemente nuestra autoestima como miembros de una comunidad: por ejemplo, luchar contra la miseria extrema, contra la exclusión (segregación) racial, sexual o ideológica, contra la privación de derechos políticos o garantías de protec­ción social, etcétera. Seguramente existen también ne­cesidades afectivas (especialmente en la infancia, que en los seres humanos dura casi toda la vida) cuya mutilación implica trastornos incurables en nuestra integridad personal. La mayoría de nuestros deseos provienen de nuestras necesidades... aunque no deseamos ni elegimos lo que nos es necesario. Por su parte, la razón reflexiona sobre lo que somos a partir de lo que necesitamos. Lo característico de las necesidades es su carácter negativo: son caren­cias a remediar, cuya privación se nos hace inso­portable pero cuya satisfacción -cuando es habi­tual o fácil- apenas celebramos como una gran conquista.

 

b) Deleites. En gran medida, provienen de refinamientos culturales y enriquecimientos simbólicos en la satisfacción de nuestras necesidades. No son la necesidad convertida en virtud, sino en lujo. Más allá de remediar carencias y paliar formas de invalidez, aspiran a la jocundidad (alegría) del derroche. Gastronomía, erotismo y confort en lo tocante a las urgencias físicas, cosmética y estilización estética que decora lo imprescindible y valora lo bello además de lo útil, reconocimiento de méritos y honores en el terreno de nuestra representación social. Elevan aspectos de lo irremediable a la suntuosidad del capricho... Para los humanos, las gratificaciones imaginarias son casi inseparables de los condicionamientos biológicos y a veces se imponen a ellos: no creo que haya animales capaces de morir de anorexia o de ambición despechada... La auténtica humanidad no comienza cuando los antropoides son capaces de fabricar un puchero de barro, sino cuando lo decoran con una cenefa geométrica que en nada mejora su utilidad pero realza su prestancia o cuando se adornan la frente con una diadema de flores.

 

c) Compromisos. Aquí podemos incluir todas las obligaciones racionales impuestas por nuestra reciprocidad de seres simbólicos, es decir (en expresión de Nietzsche) «capaces de prometer». En este apartado deben figurar los más propiamente racionales de nuestros motivos, aquellos menos ligados a deseos en el sentido estrecho e inmediato del término. Es mucho más la razón (la comprensión de nuestro ser social) lo que nos inclina a devolver los préstamos o a ayudar al semejante en peligro que el arrebato del deseo. Lo mismo vale para cumplir o reformar las leyes y para atender honradamente nuestros deberes familiares o laborales. Quizá la mayor parte de nuestros gestos cotidianos vienen motivados por nuestro compromiso con las demás y por nuestra capacidad de ponernos en su lugar y comprender sus intereses (la palabra interés o inter-esse se refiere a esa ligazón que nos ata a los otros... y a veces nos enfrenta a ellos). Sin duda también la perversión de los compromisos, para utilizar la fuerza de las ventajas sociales en beneficio injusto nuestro, es una importante dinámica de motivación humana. La re­flexión ética -y, en buena parte, política- se ocupa de esta cuestión, como tendremos ocasión de consi­derar más adelante.

 

d) Proyectos. Si en el apartado anterior incluimos las vinculaciones tradicionalmente adquiridas con nuestros semejantes, aquí nos referimos a la capacidad de innovar y transformar que también mueve las acciones humanas, desde los inventos y mejoras técnicas hasta las nuevas propuestas de interpretación de la realidad o de reforma de la convencia, pasando por los modestos propósitos que elaboramos para nuestras vacaciones o nuestras ocupaciones laborales. Todos los hombres somos «hombres de empresa» y cada uno en la medida de nuestras fuerzas vivimos comprometidos con planes de futuro, que siempre encierran alguna mínima o ambiciosa modificación de la realidad que nos he­mos encontrado y en la que nos encontramos. Ser conscientes del tiempo (ya dijimos que tal es el re­quisito de nuestra condición esencialmente práctica, activa) implica entender el porvenir al menos en parte como diseño propio, no sólo como repetición o como fatalidad. Lo cual es tan válido como mo­tivación para el científico como para el revolucionario...

 

e) Experimentos. En este último grupo pretendo agrupar una serie de acciones humanas muy importantes aunque quizá no de las más frecuentes, las cuales pocas veces reciben atención específica por parte de los sutiles pero casi invariablemente pedestres (vulgares, incultos) analistas de estas cuestiones. Me refiero a las que son llevadas a cabo por quienes intentan explorar formas, colores, sonidos, imágenes o combinaciones de palabras, así como también las que expresan de modos persuasivamente no convencio­nales sentimientos, emociones, visiones o ideas. En resumen, los actos artísticos o poéticos en el más amplio sentido de dichos términos, que abarcan desde las más altas realizaciones estéticas a la chapuza del acuarelista dominguero, desde el hallazgo humorístico que cualquiera puede hacer al calor de una copa de vino en una reunión de amigos hasta el balbuceo del enamorado o del hijo que acaba de perder a su madre cuando tratan de hallar una voz inédita (desconocida, nueva) para expresar su gozo o su dolor tan usuales... Las intenciones de este apartado apenas saben lo que intentan, son proyectos de lo indefinido y deseos que rara vez logran de antemano dar cuenta clara de su afán. Me tienta decir que son las más característicamente humanas de las acciones humanas, porque dependen de impulsos que no surgen de nuestra naturaleza biológica ni siquiera meramente de nuestra condición social sino de nuestra personal idiosincrasia simbólica...

 


Ennumera algunos de tus deseos, necesidades y obligaciones y explícalos:

 

  1. Deseo...
  2. Necesito...
  3. Debo...

 

¿Qué te hace libre?

 

 
 
 
 

 

¿Qué te  limita?

 

 
 
 
 

 


Escribe en el cuadro las características de la libertad que la hacen un bien estimable:

 

 
 
 
 
 
 
 
 



Séptimo paso

 

Lee y selecciona tres preguntas que puedas contestar del siguiente fragmento:

 

El miedo a la libertad[5]

 

¿Qué es la libertad como experiencia humana? ¿Es el deseo de libertad algo inherente a la naturaleza de los hombres? ¿Se trata de una experiencia idéntica, cualquiera que sea el tipo de cultura a la cual una persona pertenece, o se trata de algo que varía de acuerdo con el grado de individualismo alcanzado en una sociedad dada? ¿Es la libertad solamente ausencia de presión exterior o es también presencia de algo? Y, siendo así, ¿qué es ese algo? ¿Cuáles son los factores económicos y sociales que llevan a luchar por la libertad? ¿Puede la libertad volverse una carga dema­siado pesada para el hombre, al punto que trate de eludirla? ¿Cómo ocurre entonces que la libertad resulta para muchos una meta ansiada, mientras que para otros no es más que una amenaza? ¿No existirá tal vez, junto a un deseo innato de libertad, un anhelo instintivo de sumisión? Y si esto no existe, ¿cómo podemos expli­car la atracción que sobre tantas personas ejerce actualmente el sometimiento a un líder? ¿El sometimiento se dará siempre con respecto a una autoridad exterior, o existe también en relación con autoridades que se han internalizado*, tales como el deber, o la conciencia, o con respecto a la coerción ejercida por íntimos im­pulsos, o frente a autoridades anónimas, como la opinión pública? ¿Hay acaso una satisfacción oculta en el sometimiento? Y si la hay, ¿en qué consiste? ¿Qué es lo que origina en el hombre un insaciable apetito de poder? ¿Es el impulso de su energía vital o es alguna debilidad fundamental y la incapacidad de experimentar la vida de una manera espontánea y amable? ¿Cuáles son las condi­ciones psicológicas que originan la fuerza de esta codicia? ¿Cuáles las condiciones sociales sobre las que se fundan a su vez dichas condiciones psicológicas?”

 
Contesta las preguntas que elegiste:

 

1.
 
 
 
 
 
 
 
2.
 
 
 
 
 
 
 
 
3.
 
 
 
 
 
 
 
 

 

 

Octavo paso

 

Escribe un alegato o escrito expositivo en dos cuartillas a favor o en contra de las libertades de que gozas. Debes hacer uso de citas apropiadas de los escritos de esta unidad y dar ejemplos de la vida real. Necesitas también manejar con cuidado un buen concepto de libertad que pueda ser aceptado por otros.

 


Nombre:
Grupo:
Fecha:
 
 
 
 
 

Título
 
 
 
  1. Tesis que defiendes
 
  1. Definiciones
 
 
  1. Explicaciones
    1. Motivos
    2. Causas
    3. Razones
    4. Circunstancias
    5. Antecedentes
    6. Pruebas
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

  

Bibliografía


 

Arendt Hannah. (2002) La vida del espíritu. Barcelona: Paidós.

EP[S] El país semanal. Jaime López “El milagro del agua”. Domingo 19 de marzo de 2006. pp. 64-71

Droit, Roger-Pol. (2005) La Filosofía explicada a mi hija. México: Paidós.

Fromm, Erich. (2005) El miedo a la libertad. México: Paidós.

Savater, Fernando. (2003) El valor de elegir. Barcelona: Ariel.

 

 


[1]Jaime López. EP[S] El país semanal. Domingo 19 de marzo de 2006. pp. 64-71
[2] Elena Valenciano. “La imposible sonrisa de las niñas africanas”. EL PAÍS. Jueves 27 de julio del 2006. p. 15. Elena Valenciano es portavoz socialis­ta en la Comisión de Derechos Huma­nos del  Parlamento Europeo y presi­denta de la Fundación Mujeres.
[3] Roger-Pol Droit, “Capítulo 3: Seguir el camino de las palabras”. La Filosofía explicada a mi hija. pp.62-67
 
[4] Fernando Savater. El valor de elegir. pp. 44-45 y 52-65
 
[5] Erich Fromm. El miedo a la libertad,. p.28